La escalada de sandeces que rodean a la de Il Cavallino Rampante me trae malos recuerdos, y lo siento en el alma. Concretamente me recuerdan a cuando Marco Mattiacci fue llamado por Luca Cordero di Montezemolo para poner orden en la rossa, y su hito más reseñable fue durar un año en el cargo, tiempo suficiente para desguazar el equipo, bajarse los pantalones ante Bernie contratando a Vettel como Mesías después de que Mateschitz se lo quitara de encima [No intentaremos retener a Vettel con nosotros], y servir en bandeja la cabeza del Presidente a Sergio Marchionne.
Vasseur no vale para el cargo, lo repetiré hasta que no me quede aliento.
No ha sabido aprovechar la herencia que dejó Binotto: una dupla de pilotos potente y bien engranada y un SF-21 del que se podía haber sacado algo más que el triste F1-75 de 2023 [Insuficiente (Ferrari)]. El bueno de Mattia también dejó cuentas pendientes, como la estrategia en carrera, pero esta factura sigue sin estar saldada, seguramente porque Fred tampoco sabe cómo hacerlo.
Señalo al francés porque lo imagino engatusando a John Elkann y convenciéndole de que con un bote de pintura desaparecerían todos los problemas estructurales que aquejan a La Scuderia.
Pillamos un heptacampeón del Mundo, por ejemplo, y lo pintamos de rojo, et voilà!, aunque para ello se prescinda de Carlos Sáinz, se deje noqueado a Il Predestinato, y la escuadra tenga que enfrentarse a dos años deportivos ciertamente complicadillos. En el apartado técnico, tomamos el mismo bote de pintura y vamos a por los mejores cuadros de Milton Keynes. ¡Qué coño, sondeamos al mismísimo Adrian Newey! ¿Quién dijo miedo? ¡Pintamos de rojo la sede de Red Bull...!
Se levanta de su tumba Enzo Ferrari y no malgasta un segundo en quitarse el cinturón. Arma la Beretta del 22 con la que una vez soñó que podía acabar con todo, y no deja títere con cabeza, ni dentro de Maranello ni en esa prensa italiana que no ceja en querer aparentar que es inglesa, que pone horizonte ramplón a problemas complejos, y, como el avestruz, no tiene huevos para decirle a Vasseur que se vaya y nos haga el favor. Hamilton no es el Redentor ni Newey la solución, pero mientras tanto vivimos, que no es poco...
Os leo.
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