Cuando el rival baja los brazos

Calculo, a ojo de buen cubero, que dentro de unos meses comenzaremos a saber de verdad si el RB19 ha sido galgo, podenco, o tortuga a la que se le durmió la liebre... 

No, es broma, no me toméis demasiado en serio. La máquina de Milton Keynes es una maravigliosa creatura, que, en manos de Max Verstappen, ha alcanzado elevadísimas cotas de excelencia y, obviamente, sería necio negarlo. Otra cosa es que (yo) siga con la mosca en la oreja y piense que hay mucho de opereta barata en este lamentito constante que mantienen desde prácticamente inicios de temporada los oponentes directos de Red Bull.

Estratégicamente hablando —«políticamente» me parece un término demasiado feo—, a Mercedes AMG y Ferrari les viene de perlas este dominio hiriente que ha mostrado la austriaca durante 2023, pues, a poco que muevan ficha, tendrán como aliada a Liberty Media para presionar y que las cosas sean diferentes el año que viene, mediante algún fresco retoque del Reglamento o una nueva idea de Pirelli, por citar dos modalidades de intervenir en la competición conocidas por todos, o, a razón de mantener vivo el espectáculo, encontrarnos con una coyuntural apertura de manga en el límite presupuestario, una tregua o una reformulación del invento hasta 2026.

Llevo demasiado afilando lápices en este hemisferio deportivo como para no contemplar que puede haber gato encerrado en esta superioridad insoportable de RBR, y que, quizás, sólo quizás, Brackley y Maranello han movido lo justito el culo para dejar a la de Horner a los pies de los caballos de la afición, la prensa y la Federación, básicamente porque les salía rentable de cara a la campaña próxima.

Venga, va, Max se ha calzado la pole en Yas Marina. Otro día más en la oficina.

Os leo.