Al acecho

La rossa mostró ayer una bonita ración de luces y sombras. En el lado luminoso, un Sebastian Vettel que no cometió un miserable error y acabó terminando segundo en el podio, y en el de las sombras, un Kimi que no me pareció que había entendido en ningún momento, que corría en la ratonera de Mónaco.

Puede ser que el asunto de la renovación esté pasando factura al finlandés, pero no le vi centrado, lo que supuso una enorme pérdida para las aspiraciones de La Scuderia, porque a poco que se hubiese encontrado algo más entonado, a buen seguro, las últimas vueltas al circuito del Principado se podrían haber convertido en un bonito mano a mano entre Brackley y Maranello.

No fue así. Red Bull sí que estuvo atenta a lo que se jugaba, y consiguió meter sus dos coches entre Lewis Hamilton y Iceman, a pesar de que a priori, no era yo de los que apostaba por un reverdecimiento tan temprano. Los neumáticos jugaron esta vez a favor de la calidad del Energy F1 2015 de Renault, mucho más resolutiva a bajas revoluciones que a altas, tal y como comentaba Jordi Talens en el programa SafetyCast de hace una semana, lo que unido al vigor e inteligencia mostrados por Daniil Kvyat y Daniel Ricciardo sobre el asfalto, permitió a Milton Keynes firmar un sabroso doblete en la antesala del podio.

No parece mucho, pero fijo que Christian Horner durmió tranquilo. Y quien también lo hizo fue Maurizio Arrivabene —me juego la mano con que dibujo—, porque a pesar de la distorsión que supone, que entre Mercedes AMG y la de Il Cavallino no estén los protagonistas que hace un año justificaban visualmente la diferencia que aún persiste entre la anglo-germana y la italiana, la lectura que hace Maranello de las carreras, ha cambiado radicalmente de una temporada a otra.

Consciente de ser la segunda escudería de la parrilla y de que los de Brackley siguen intratables, la rossa juega al acecho, esperando un error del rival para rentabilizarlo en las tablas de constructores y pilotos, y si hace unos párrafos me quejaba de la actitud de Kimi, toca alabar a Sebastian porque en todo momento supo cuál era su sitio, lo que en Montecarlo siempre vale doble.

No bastaba con haber firmado una buena calificación. El puesto conseguido hay que defenderlo en la arrancada porque éste es uno de los puntos más sensibles de la carrera, y Vettel aguantó el ataque de Kvyat para mantenerse a cola de Nico Rosberg.

Tampoco sirve de nada tener prisa en Mónaco. El trazado no perdona el mínimo error y precisa una conducción fina y consistente desde la vuelta 1 a la 78, y el tetracampeón la gestionó con indiscutible frialdad, protegiendo su tercer puesto y estando donde había que estar por si ocurría algo.

Y ese algo sucedió cuando incomprensiblemente, Mercedes AMG metió a boxes al hasta entonces vencedor de la prueba.

Sebastian apura su entrada en Santa Devota a pesar de mantenerse en régimen de velocidad tras el Safety Car, para cerrar el paso a Lewis a la salida de garajes, y una vez que lo ha conseguido y tiene al británico detrás, deja escapar a Nico Rosberg porque su guerra es otra y sabe que la va a ganar.

Confieso que no entendí cómo desperdiciaba la oportunidad de asaltar al hijo de Keke, pero a la vista está que el alemán de Ferrari, prefirió cobrar una pieza a arriesgarse a perder lo conseguido si intentaba pillar las dos. Sostener con neumáticos que acumulaban bastante rodaje a un Hamilton encabronado y con ruedas frescas en su monoplaza, ya suponía suficiente trabajo para una carrera que sacude mental y físicamente a cualquier piloto. Y Vettel también hizo aquí lo correcto.

Sí, sin duda Arrivabene pudo dormir a pierna suelta.

Os leo.