From dusk till dawn [Marina Bay]

El Gran Premio de Singapur lo ganó Lewis Hamilton. Aviso del craso spoiler por si algún despistado no se ha enterado todavía de que voy muy a toro pasado, amén de que después de la cita en Monza, todavía existían serias dudas al respecto de que el de Stevenage hubiera comenzado ya una carrera antes, en Spa, a pisar con pie firme el camino enlosado de ladrillos amarillos que le llevará en Abu Dhabi a conocer al Mago de Oz.

La pole la había conseguido el británico el sábado anterior, con Nico Rosberg colocado a su estela, en segunda posición, vamos, pero una circunstancia extraña emponzoñada por una sustancia tan extraña al menos, ocurrida en el volante del alemán, definiría el status de la carrrera, su principio y su fin y por supuesto, el orden de los primeros cuatro clasificados, que se correspondían puntualmente con cuatro de las cinco primeras posiciones en salida, descontando al hijo de Keke, obviamente, dando así por bueno que Marina Bay es un trazado donde los adelantamientos son escasos o casi imposibles.

¿Tediosa entonces? No tanto. A pesar del aliciente que supuso la aplicación de la prohibición de hablar mucho por radio, yo diría que fue más bien pelín previsible aunque no exenta de sus cosillas, como por ejemplo las que tuvieron como foco a Valtteri Bottas, Fernando Alonso, Daniel Ricciardo, Sebastian Vettel y el propio Lewis Hamilton.

¿Por qué ellos? Lo confieso, en líneas generales el finlandés, el español, el australiano, el alemán y el británico, sintetizan a la perfección lo que dio de sí para mí Singapur.

El primero de ellos porque vino a mostrarnos que la prueba en Marina Bay siempre es dura y que jugársela en ella puede acarrear serios inconvenientes. Así, Bottas, que había estado firmando una bonita carrera a pesar del ritmo ramploncete de los Williams, vio como en los compases finales de la misma tenía que ceder todo el terreno ganado a base de esfuerzo, acabando finalmente a las puertas de los puntos porque las gomas de su FW36 dijeron basta en el momento más inoportuno de todos.

En el caso del segundo, Alonso, sus evoluciones en pista nos vinieron a enseñar que Singapur no es un circuito de matices. Tras la devolución de posición sobre Vettel en la primera curva de la primera vuelta, la esperanza del de Ferrari pasaba porque su wall anduviese muy, pero que muy fino —cosa que no sucedió con la finura deseable—, lo que después del Safety Car provocado por la rotura de alerón en el coche de Checo Pérez, colocó al asturiano detrás de los dos Red Bull en una ratonera que no admite demasiadas bromas salvo que lleves un W05.

El tercero, Daniel, porque nos mostró de nuevo (ya lo hizo en Silverstone) que hay valores en ciertos pilotos que los hacen especialmente atractivos para el público, como el del sentido de formar parte de un equipo. Así, su defensa de posición frente a Fernando en el último tercio de la prueba, ayudó a Vettel a mantener la suya cuando los compuestos del RB10 del alemán no pasaban por su mejor momento, y llevaba a Milton Keynes a ocupar los dos últimos cajones del podio, custodiando al de Brackley.

El cuarto, Sebastian, porque en la parte final de la prueba, durísima para el de Heppenheim debido a que como decíamos antes, las gomas de su vehículo estaban más de muete que de chuto, nos vino a enseñar que el alemán cuando dispone de herramienta, aunque esta ande delicada de salud, como es el caso, es un conductor que gestiona impecablemente y no acostumbra a cometer errores.

Y el último, Lewis, porque a base de un excelente trabajo realizado de principio a fin, salía de Marina Bay como líder del Mundial de Pilotos, algo que como insinuábamos al principio, no estaba tan claro antes del comienzo de la carrera. Le sonrió la suerte, sí. Disponía del mejor coche, también. Pero había que dar 60 vueltas a Marina Bay (se redujo en una el recorrido propuesto para no exceder el tiempo programado) y Hamilton las dio, pasando primero bajo la bandera de cuadros.

Abierto hasta el amanecer, la película. From dusk till dawn. Los protagonistas pasan la noche en un tugurio rodeados de vampiros con muy mala leche. Hay que aguantar, y aguantan aunque algunos de ellos sucumben en el trancurso del metraje. Singapur podía haber estado abierto hasta el amanecer y nada habría cambiado pero a la vez, doy por seguro que así y todo, nos habría seguido ofreciendo numerosas cosas sobre las que escribir.

Os leo.