La parte más silenciosa de las 24 Horas de Le Mans tiene mucho que ver con esa soldadesca que lucha desde los garajes por ganar milésimas, centésimas, décimas o incluso segundos y minutos completos en un cambio de neumáticos, la sustitución de una gearbox, la reparación de una suspensión o simplemente en el llenado del depósito de los vehículos.
Los mecánicos son buena gente, que diría Dersu Uzala. Están ahí para lo que haga falta porque en La Sarthe la carrera no acaba por un incidente o un accidente hasta que realmente no existen posibilidades de que el coche vuelva a pista, porque si las hay, por pequeñas que sean, la tropa hará lo indecible para que los pilotos vuelvan a poder rodar a la mayor brevedad posible.
Cinta americana, Loctite o pegamento epoxi y mucha creatividad al estilo de los programas de bricolage, forman parte junto a las mejores herramientas y los más exclusivos repuestos, del armamento de este auténtico ejército de hormiguitas que pasa demasiadas veces desapercibido pero cuya disciplina, inteligencia y destreza, forman parte ineludible de los resultados que obtiene el equipo.
Y es que si en entradas anteriores me he referido a la preparación física y mental que tienen que adornar a un buen piloto de Resistencia, en el caso de los mecánicos hay que contemplar además la presencia inexcusable de una frialdad a prueba de bombas, ya que si los conductores desarrollan su labor en pista bajo una presión que muchos de nosotros somos incapaces de imaginar, cuando el coche entra roto en el box y hay que arreglarlo para que vuelva a correr sobre el asfalto, los mecánicos se ven sometidos a una presión sencillamente indescriptible.
Un miserable tornillo mal colocado, un testeo mal entendido o un problema mal calibrado en su importancia real, pueden suponer un error imposible de contrarrestar una vez el vehículo ha sido puesto de nuevo en circulación para volver a ser exprimido como cuando estaba casi nuevo.
Los pilotos y el equipo confían sus almas y sus aspiraciones a lo que hagan los mecánicos cuando desgraciadamente les toca intervenir a saco o cuando se limitan a cumplir el trámite de un paso por garajes. Los segundos que ganan ellos los rentabilizará el equipo al completo, los problemas que detecten o solucionen en una reparación también los rentabiliza el equipo, por ello se preparan física y mentalmente y prueban cada una de las coreografías en las que intervienen como si fueran a coger el volante y disputar sobre el asfalto la prueba más dura del mundo, y es que en el fondo también lo hacen aunque sus movimientos y gestos formen parte del folclore colorístico que da entidad a la carrera y demasiadas veces, no cobre la entidad que realmente tiene.
Son los otros, parece que su función es en cierto modo menor por desarrollarse íntegramente en retaguardia, pero son tan titanes como aquellos que al final dan la cara y salen en las fotografías.
Los pilotos y el equipo confían sus almas y sus aspiraciones a lo que hagan los mecánicos cuando desgraciadamente les toca intervenir a saco o cuando se limitan a cumplir el trámite de un paso por garajes. Los segundos que ganan ellos los rentabilizará el equipo al completo, los problemas que detecten o solucionen en una reparación también los rentabiliza el equipo, por ello se preparan física y mentalmente y prueban cada una de las coreografías en las que intervienen como si fueran a coger el volante y disputar sobre el asfalto la prueba más dura del mundo, y es que en el fondo también lo hacen aunque sus movimientos y gestos formen parte del folclore colorístico que da entidad a la carrera y demasiadas veces, no cobre la entidad que realmente tiene.
Son los otros, parece que su función es en cierto modo menor por desarrollarse íntegramente en retaguardia, pero son tan titanes como aquellos que al final dan la cara y salen en las fotografías.
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