martes, 24 de diciembre de 2013

¡Ha muerto Chanquete!


Para los más ancianos del lugar, Chanquete fue un mito que marcó nuestra tierna adolescencia. Pancho, el chaval de pueblo que acabó haciendo migas con los de la capital para terminar fundiéndose con ellos, cuando gritó aquello de ¡ha muerto Chanquete!, declaró fallecidos también, nuestro verano azul y nuestras esperanzas de que la vida pudiese continuar sin el viejo marinero que hizo, desde las pantallas del televisor, de padre vicario y maestro para toda una generación.

Chanquete había sustituído al venerable Maestro Po en la mitología que rodeaba mis pasos entre la infancia y primera juventud. A ellos les sustituyeron entidades menores durante mi etapa universitaria y para cuando quise darme cuenta, Ecclestone ya estaba instalado en mi particular selección de guías espirituales, subiendo escalones conforme transcurrían las temporadas.

Bernie ha dicho esto. Bernie ha dicho aquello. Esto le gusta a Bernie. Esto no le gusta a Bernie. Esto tampoco. Bernie piensa, Bernie plantea, Bernie cree, Bernie al carajo… El británico es como siete u ocho Chanquetes juntos y a pesar de su pequeño tamaño, ha conseguido adquirir con el paso del tiempo el mismo peso específico que el Maestro Po pero en plan agujero negro, no enana blanca como sería el caso del anciano monje shaolin. Todo el mundo consulta a Bernie a la par que lo critica cuando no está presente. Todo el mundo quiere ser amigo de Bernie aunque se sospecha que hay quien querría apuñalarlo por la espalda. Todo el mundo en el paddock, si quiere ser alguien, necesita que Bernie lo consienta.

Tiene fuerza el viejo. Acercarse a él es ponerse a tiro de un horizonte de eventos de poder descomunal e implica no desembarazarse de él salvo con saliendo por la puerta con los pies por delante, como en las películas de gángsteres o de vaqueros. Él es consciente de lo que supone para la Fórmula 1 y de vez en cuando, incluso en los momentos más inesperados, alardea de que es imprescindible. Y lo es, maldita sea que lo es.

Ahora mismo, cuando el deporte necesitaría un poco de estabilidad para reponerse de lo ocurrido en 2013 y ser atractiva de nuevo para escuderías y patrocinadores, y aficionados también, Bernie ha vuelto a plantear una de esas ideas tan suyas: puntuación doble para las tres últimas carreras. No hay que hacerle demasiado caso. Esto viene a ser como lo del reparto de medallas o la utilización de camiones aspersores para mojar las pistas.

Yendo más lejos, es idéntico a cuando planteó carreras bajo la luz de las bombillas, que uno no sabía si la cosa iba en serio o en broma hasta que nos pusimos en Singapur… En todo caso es cuestión de tomárselo con filosofía, porque lo que habrá de ser, será. Bernie es un tipo listo, muy listo e imprescindible para el negocio, sería el individuo que en una convención de cine porno gritaría ¡el sexo es pecado! o en una iglesia clamaría todo lo contrario, ¡el sexo es salud!, por ejemplo. Hoy grita ¡ha muerto Chanquete! por hacerse el importante y necesario y un poco por dar la nota, desde luego, pero yo que el viejo marinero de Verano Azul, me palparía la ropa porque a lo peor no toca un infarto de miocardio fulminante, pero seguro que ha llegado la hora de arreglar las propias cuentas y las que se tienen con el Señor, aunque sea por si acaso.

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