Para los más ancianos del lugar, Chanquete fue un mito que marcó
nuestra tierna adolescencia. Pancho, el chaval de pueblo que acabó
haciendo migas con los de la capital para terminar fundiéndose con
ellos, cuando gritó aquello de ¡ha muerto Chanquete!, declaró
fallecidos también, nuestro verano azul y nuestras esperanzas de que la
vida pudiese continuar sin el viejo marinero que hizo, desde las
pantallas del televisor, de padre vicario y maestro para toda una
generación.
Chanquete había sustituído al venerable Maestro Po en la mitología
que rodeaba mis pasos entre la infancia y primera juventud. A ellos les
sustituyeron entidades menores durante mi etapa universitaria y para
cuando quise darme cuenta, Ecclestone ya estaba instalado en mi
particular selección de guías espirituales, subiendo escalones conforme
transcurrían las temporadas.
Bernie ha dicho esto. Bernie ha dicho
aquello. Esto le gusta a Bernie. Esto no le gusta a Bernie. Esto
tampoco. Bernie piensa, Bernie plantea, Bernie cree, Bernie al carajo…
El británico es como siete u ocho Chanquetes juntos y a pesar de su
pequeño tamaño, ha conseguido adquirir con el paso del tiempo el mismo
peso específico que el Maestro Po pero en plan agujero negro, no enana
blanca como sería el caso del anciano monje shaolin. Todo el
mundo consulta a Bernie a la par que lo critica cuando no está presente.
Todo el mundo quiere ser amigo de Bernie aunque se sospecha que hay
quien querría apuñalarlo por la espalda. Todo el mundo en el paddock, si quiere ser alguien, necesita que Bernie lo consienta.
Tiene fuerza el viejo. Acercarse a él es ponerse a tiro de un
horizonte de eventos de poder descomunal e implica no desembarazarse de
él salvo con saliendo por la puerta con los pies por delante, como en
las películas de gángsteres o de vaqueros. Él es consciente de lo que
supone para la Fórmula 1 y de vez en cuando, incluso en los momentos más
inesperados, alardea de que es imprescindible. Y lo es, maldita sea que
lo es.
Ahora mismo, cuando el deporte necesitaría un poco de estabilidad
para reponerse de lo ocurrido en 2013 y ser atractiva de nuevo para
escuderías y patrocinadores, y aficionados también, Bernie ha vuelto a
plantear una de esas ideas tan suyas: puntuación doble para las tres
últimas carreras. No hay que hacerle demasiado caso. Esto viene a ser
como lo del reparto de medallas o la utilización de camiones aspersores
para mojar las pistas.
Yendo más lejos, es idéntico a cuando planteó carreras bajo la luz de
las bombillas, que uno no sabía si la cosa iba en serio o en broma
hasta que nos pusimos en Singapur… En todo caso es cuestión de tomárselo
con filosofía, porque lo que habrá de ser, será. Bernie es un tipo
listo, muy listo e imprescindible para el negocio, sería el individuo
que en una convención de cine porno gritaría ¡el sexo es pecado! o en una iglesia clamaría todo lo contrario, ¡el sexo es salud!, por ejemplo. Hoy grita ¡ha muerto Chanquete!
por hacerse el importante y necesario y un poco por dar la nota, desde
luego, pero yo que el viejo marinero de Verano Azul, me palparía la ropa
porque a lo peor no toca un infarto de miocardio fulminante, pero
seguro que ha llegado la hora de arreglar las propias cuentas y las que
se tienen con el Señor, aunque sea por si acaso.
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