La noche refresca Gorliz. Ha sido una jornada intensa que se prolongará por esas cosas que tiene la modernidad, en una hora más cuando el reloj marque unas falsas 3 que serán las 2 por arte de magia...
Vivimos de pactos con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Acordamos que sobrevivimos en esta fábula que nos señala la troika, y sobrevivimos como si pisáramos la realidad. Convenimos que estamos tristes y no habrá palangana capaz de contener nuestras lágrimas; asumimos que a ciertas horas de determinados días toca ser felices, y nuestra alegría desbordará el mayor de los diques. Pactamos que estamos de acuerdo, y ganaremos una hora o la perderemos como si la vida supusiera tan sólo en eso, perder o ganar 60 miserables minutos, atesorar o dilapidar 3.600 segundos.
La Fórmula 1 también consiste, o me lo parece, en pactar con lo que hemos dejado atrás para tratar de encontrar en la actualidad el cabo guía que nos lleve a nuestras raíces, o en el peor de los casos, que nos las recuerde si acaso por desgracia las hemos olvidado. Es así y no lo va a cambiar nadie. Es una realidad que el ser humano comprende conforme va acumulando años a sus espaldas y la realidad se difumina hasta no significar nada y a la vez, significarlo todo.
No he visto «Rush» pero espero verla como pude ver «Senna» en tiempo de descuento, o como he paladeado con años de retraso «Grand Prix», «Le Mans», «La Passione», «Jo Siffert, Live Fast: Die Young», «500 Miles» o la recientemente descubierta «Bobby Deerfield». Son películas, lo sé, pero huelen a automóviles y con eso me basta. No retratan la realidad ni la historia, pero me valen como pozo de sensaciones donde refugiarme. Tengo toneladas de minutos almacenados con carreras completas, de las auténticas, y cuando dispongo de tiempo me recreo también en ellas como un yonki en el caballo...
Es tarde aunque en el fondo siento que es pronto gracias a Benjamin Franklin y sus ideas, así que como decía al comienzo, cuando la oscuridad que atenaza el pueblo costero donde vivo empieza a volverse frío espeso, recapacito sobre lo que significan las convenciones y en cómo resultan tremendamente útiles cuando el horizonte se revela como impreciso.
¿Quién es el mejor piloto de toda la historia de nuestro deporte?
Seamos sinceros y admitamos que esta pregunta sólo es pertinente cuando los hechos no hablan por sí solos, cuando los títulos no ciñen la cabeza de quienes realmente lo merecen, o acaso, cuando los tiempos no se corresponden a los héroes que los habitan.
Es sencillo. Vivimos conforme a convenios y cuando quedan preguntas sin responder y el pacto que hemos establecido se rompe, siempre cabe recurrir a las encuestas o a las estadísticas. En todo caso, ¿a quién le importa el resultado?
Una hora antes o una hora después, os leo.
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