sábado, 25 de agosto de 2012

Tú no puedes comprar el viento


Kimi me relaja, es mirarle y que se me pase que existe tanta estupidez como hay suelta. Me olvido de los de la gomina, de sus sandeces y de sus recetas mágicas, me olvido de Wert y su filosofía del todo pa’trás cuando la patria de Iceman es líder en educación mundial precisamente por pensar que en ella tienen cabida todos, incluso él, este fenómeno de cara única al que sería aplicable la frase aquella de Calle 13 que dice «Adidas no me usa, yo estoy usando Adidas.» 

La F1 no usa a Kimi porque es el querubín de cabellos dorados quien la utiliza para divertirse, para enfurruñarse o para dormirse, poniéndosela por montera o rindiéndole pleitesía según sea el aire que sople. A pesar de Bernie, a pesar de sus coches y de sus escuderías, a pesar de sí mismo, Kimi permanece como sombra en el horizonte en la que conviene fijarse para entender que nosotros, los peones de esta partida de ajedrez que manejan dedos lejanos, somos los putos amos, quienes tenemos la fuerza que alimenta a nuestros demonios familiares, y que así se la hemos prestado para que la usen, podríamos arrancársela de las manos si cobráramos conciencia precisamente de que el finlandés errante nos subyuga tanto porque nos recuerda a cada paso que da, que él es como nosotros y tienen narices de demostrarlo.

Me relaja, sobre todo cuando extiende sus enormes alas en toda su embergadura para que la lluvia o el temporal resbalen por ellas. ¿Que se puede?, pues será. ¿Que no se puede?, seguro que hay otra oportunidad. ¿Cabe mejor filosofía vital? Me temo que no.

Se ciñó el viento a la cabeza en McLaren; pisó el paraíso en Ferrari; se fue renegando del plato de lentejas y volvió porque a su sangre le hacía falta algo de hierro. Está aquí, entre nosotros, conduce para Lotus como podría hacerlo para cualquier otra escudería (¡me suena!) porque Kimi está por encima de todo, incluso de las mojadas de oreja que le mete Romain en calificación. Alcanza su especial estado de gracia acariciando curvas, lamiéndolas el cuello, besándolas en la boca y en la nuca, llevándolas donde llevan los amantes a sus parejas, a ese terreno fértil donde la flaqueza se convierte en virtud gracias a las yemas de los dedos, a la humedad de los labios y a los párpados que entreveran intenciones, pero sobre todo a la inteligencia que entiende por dónde avanzar y cómo derribar murallas pidiendo permiso.

Kimi es único o nos lo parece, sospecho que porque hace fácil lo difícil. Donde otros mueren en cada prueba, él parece caminar sobre las aguas para enseñar sus dientes afilados cuando puede resultar tarde para sus rivales. En ese momento el tiempo se detiene, como una mantis religiosa espera y espera mientras se acerca su presa, como ocurría cuando los drakar o los knorr de sus ancestros, los vikingos, se arrimaban a las costas europeas septentrionales en los albores del medievo. 

Iceman infunde miedo y ése es su mejor hechizo de mago. No necesita grimorio ni alzar la voz para que se le oiga, es verle llegar por los retrovisores, sentir su aliento en el cogote, y saber que hay que andarse con cuidado porque viene el viento y no hay puertas que lo paren, ya que si puede ser, lo hará, y si no, seguro que esperará a una nueva oportunidad…

Viento, sí, viento, Kimi es viento, por eso creo que nos enamora y también la razón de que me relaje tanto observarlo sobre la pista.

Para terminar, ahí va otra frase de calle 13: «Tú no puedes comprar el viento, tú no puedes comprar el sol. Tú no puedes comprar la lluvia, tú no puedes comprar el calor. Tú no puedes comprar las nubes, tú no puedes comprar los colores. Tú no puedes comprar mi alegría, tú no puedes comprar mis dolores…» 

3 comentarios:

Nico dijo...

Hola José, yo empecé a hacerme fan de Kimi en 2003, por esa época Schumacher era el piloto al que más detestaba (ya no), lo detestaba por las trastadas a Hill y Villeneuve, por haber sido campeón el año en que perdimos a Ayrton, por que (para mi) no se merecía haber alcanzado al mítico "chueco" con 5 coronas del mundo, por que en los 3 años anteriores había ganado con un auto claramente superior, y entonces apareció este joven finlandés que con su cara de póker, y con una regularidad pasmosa le pelea el campeonato hasta el final, y no lo ganó por mala suerte y un episodio de lo más dudoso. En Nürburgring se le funde el motor siendo el poleman, en Hockenheim lo choca Barrichello en la largada cuando pasaba de P5 a P3 (y chumi era P6). En 2003 mereció más Kimi el campeonato que en 2005. A partir de ese año he querido que gane cada vez que ha partido sobre su bólido, (sea del color que sea) cuando se apagan los semáforos, he disfrutado cada victoria, cada VR, cada respuesta ingeniosa a las preguntas estúpidas en las conferencias de prensa y cada helado del Iceman. Tal vez nunca será tan completo como otros pilotos, pero tiene ese aura mítica que sólo se ha visto en unos pocos a lo largo de la historia. Me encantó este post.
Saludos

GRING dijo...

Como siempre, los mejores los dejas para el sábado.En Finlandia, según Pisa, no se gasta por alumno más euros que en España. Se gasta de otra manera. Su gran secreto es maestros, maestros y maestros, cuando aquí,si tienes un buen maestro de primaria sin plaza fija,pero motivado por la competencia, siempre estará por debajo de los que con mentalidad funcionaria se relajan y no dan el 100% de lo que tienen: Trabajo+Trabajo+Trabajo = Desarrollo del talento.Buen día.

csm dijo...

Si una imagen vale más que mil palabras, traigo ahora una fotografía de este año de Kimi en un acto promocional de Lotus, rodeado de ejecutivos en sus Armani y del finlandés "prisionero" en un traje de chaqueta impecable pero....con sus gafas de sol bien caladas...
Quizá la indolencia que siempre he visto en sus actitudes sea una gran carcajada hacia el circo que le quiere domar...
Bravo Josetxu!