Siempre me he mostrado reacio a entender a aquellos que habiéndose
labrado un lugar en la vida gracias a las becas y al esfuerzo
mancomunado de todos, rechazan de plano la posibilidad de que otros se
beneficien de lo que se beneficiaron ellos, sencillamente porque afirman
ahora que para llegar hay que valer, y que el mejor camino
para demostrarlo es la competencia entre iguales (¡tela!). Y rechazo a
estos duermevelas porque al otro lado, en el de los competidores natos,
la competencia suele ser una pamplina para bobos de la que hay
que huír siempre que se pueda, y de la que ellos huyen como posesos
amañando contratos, mintiendo descaradamente, buscando atajos, o
eliminando a los rivales como sea.
Notábamos un aroma raro en esa relación cuasi simbiótica que
intuíamos entre la FIA y Pirelli —mandamás única, la primera, y
proveedora única de neumáticos la segunda, por si queda alguien que no
entiende de qué palo van los protagonistas del binomio del siglo—, y
gracias a Paul Hembery acabamos de descubrir que su matrimonio es
parasitario por el bien de la seguridad y el espectáculo en nuestro
amado deporte.
Y me pregunto por qué algunos no saben
tener la boca cerrada si el resto ya sabíamos de qué iba todo, pero lo
hago sólo de soslayo, advierto.
Ante lo cómodo que resulta pedir que se diseñen unos neumáticos que
no duren demasiado tiempo para que se produzcan más paradas en boxes y que añadan más emoción a la competición (¿cuálo?),
cabe preguntar si lo sencillo y adecuado no sería solicitar el diseño
más eficiente posible para que la máxima expresión de la competición
automovilística lo siga siendo durante un montón de años más, toda vez
que se ha levantado gracias a un arduo proceso de destilación darwiniana en la que los mejores siempre han estado arriba para permitir a Bernie explotar el invento sin competencia, of course!
Pero se ve que no, y lo dice el tiarrón que dirige Pirelli y pinta de
colorines los elementos redondos y negros que hoy por hoy llevan de
cabeza a todos los departamentos de ingeniería de las escuderías y han
convertido la F1 en una tómbola, quien afirma sin ruborizarse que la
competencia no interesa a su compañía porque sería contraproducente para
sus intereses (que también son los de todos, por si no se había
notado), en un escenario que era competición pura hasta que desapareció
Michelin. Vamos, que el bueno de Paul viene a decirnos que lo mejor para
nuestro amado deporte sería que todos los coches fueran iguales por
aquello de evitar guerras de aerodinámica o de motores, y llegado el
caso, que todos los pilotos fuesen idénticos, a poder ser al estilo de
Vitaly Petrov (un ejemplo tomado al vuelo, sin mala baba ni nada por el
estilo), no fuera a ser que las diferencias hicieran que el sentido del
espectáculo y la competición dejara de ser tan equitativo como lo que
imaginan los que piensan por nosotros y velan por nuestros intereses.
Si yo tuviese bastón de mando en la FIA (tranquilos, soy rojeras y
amante de la lógica, o sea, que no tengo hueco en el santuario, así lo
pague), no habría tardado un instante en poner de patitas en la calle al
gilipuertas éste que ha puesto negro sobre blanco lo que viene siendo la cultura
del organismo que dijo Ari Vatanen que no había Dios que pudiera
cambiar, por gilipollas y bocachanclas, y por engreído, porque todo el
mundo sabe que el máximo organismo que dirige la F1 es uno y trino y no
existe nacido que le toque los pelendengues, salvo Bernie, of course!
Y ahora pasemos a la ronda de preguntas: ¿por qué endureció sus
compuestos Pirelli en 2011 cuando en pretemporada habían ido de cine
para la mayoría de escuderías salvo para Red Bull? Si la FIA le pide a
Pirelli que eche una mano a Mercedes AMG, ¿le hará caso para favorecer
el espectáculo y la seguridad? ¿El endurecimiento de la gama de este año
a partir de verano, a qué responde? ¿Se eligió bien el año pasado o ha
habido nuevas indicaciones para que en éste hayan cambiado tanto las
cosas? ¿Es el espectáculo la norma o lo es la competición? ¿Aprieta
mucho el collar que lleva Pirelli, o resulta cómodo de llevar? ¿Huele a
pescado podrido en la Place de la Concorde o en Milán?
¿Seguiremos alabando la cultura de la competición como emblema de
nuestra civilización, o lo dejamos para mejor momento? ¿Es la F1 el
máximo exponente de la competición automovilística, o es un vulgar
negocio empeñado en sacar astillas de lo labrado durante sesenta años a
base de esfuerzo y competitividad para que ahora se meen en él cuatro
advenedizos de caca? ¿Rechazamos que haya quien prospere a base de
becas…?
1 comentario:
Hola Jose y Todos,
Yo creo que está claro. La cultura occidental y capitalista en la que vivimos nos lo corrobora permanentemente, salvo para aquellos gilis que no se enteren o no quieran ver, bien por idiotas, bien por aprovechados.
No renuncio al sistema en el que vivo, lo que no puedo es dejar de decir que está en manos de los malos, que ganan siempre los malos, y que a los buenos nos toca sobrevivir. Pero hay que seguir en la brecha, intentando que quede palpable que aunque nos enculen, aunque sepamos que no les importa qué sentimos al ser enculados, aunque no podamos sacarnos la culebra de Mordor, intentando, decía, que se note que no nos gusta, que aunque no podamos zafarnos lo intentaremos y que, ojo, a la que se pueda se le corta la cabeza, a pedradas o a mordiscos.
Total, que esto es un negocio y de los malos, de los paradigmáticos. El que quiera decir que es seguidor de un deporte pues que lo diga, allá él, pero será un ingenuo. No creo que haya nadie entre los 8000 o 10000 trabajadores de la F1 que se crea deportista profesional. Los pilotos será deportistas que trabajan de pilotos, pero no otra cosa.
Y no está mal, ¿eh? que no veo yo la necesidad de ciertas purezas que no cambiarían nada, pero rasgarse las vestiduras porque "algunos" están prostituyendo nuestro deporte... ¡vamos! que tiene güasa la frase, y arrogancia, y cegera.
Si nos gusta la función de circo que ponen, pues genial, si no, pues qué le vamos a hacer: no verlo.
A mí, por mi formación, porque las cuatro ruedas me chiflan, porque tuve la desgracia de oír un V10 de F1 rugir en vivo y caer atrapado en su vibración, todavía pueden hacer el capullo y el cabrón bastante más hasta que deje de interesarme por la F1. No me gusta cómo está hoy en día. No me gusta que no pueda cambiar nada. No me gusta tener esta actitud. Pero, si viera una lijada de FER a VET en la 130R... Ostiasssssss
Un abrazo,
ABB
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