martes, 21 de agosto de 2012

El chip prodigioso


Como sabréis a estas alturas, dentro de nada amanecerán entre nosotros los benditos salvadores de la F1 actual, los motores Turbo, unos propulsores capados que sustituirán a las engines capadas actuales, y que en conjunción con el KERS (capado, of course!), harán las delicias de los aficionados como se hace todo en nuestro amado deporte: por el artículo 33.

No tengo nada contra ellos, o mejor dicho, nada que no tuviera ya al respecto de los engendros que impulsan a los monoplazas en la actualidad, entre otras cosas porque sospecho que serán igual de sosos que los circuitos que diseña Tilke, ya que su diseño ha sido definido con inmaculada precisión por las altas instancias técnicas de la cosa ésa que atiende al acrónimo de FIA, y por tanto intuyo que a las primeras de cambio, nos encontraremos con escenarios repletos de lagunas que serán rellenadas con infinidad de parches porosos, lo que a la postre definirá el imperio del tedio allá como en 2015 a más no tardar…

Mirando con lupa, el asunto que bulle bajo el tema de los motores no deja de atender a qué pez de la parrilla se seguirá comiendo a qué otro pez de la parrilla. Una forma como otra cualquiera de entender el negocio desde sus entrañas, mientras a los aficionados se nos vende un collar nuevo para el mismo perro. Mirando con más detenimiento aún, aflora inmediatamente el inevitable paso de la F1 por el taller de chapa y pintura con el que cada cierto tiempo nos entretienen los que afirman que todo esto sigue siendo la máxima expresión del automovilismo deportivo pues en su seno perviven viejas glorias como Ferrari, McLaren o Williams-Renault, Mercedes y Lotus, aunque estas últimas algo descafeinadas.

Como ya he expuesto, tengo mis dudas sobre que todo esto nos lleve a buen puerto, fundamentalmente porque no he visto nada que atienda a mejorar la F1 como deporte. La aerodinámica parece que seguirá estando ahí, las gomas también, y el retoque de motores me parece peccata minuta en un entramado que sólo parece atender a los dictados del dinero, razón que explicaría por qué Renault se queda como motorista y por qué Mercedes, yéndose previsiblemente como equipo, se queda también para suministrar gozo a 15.000 r.p.m. a quien pueda permitirse el lujo de pagar lo que pida por sus motores, con lo cual el ideario de la F1 Low Cost seguirá siendo machacado durante un nuevo y espinoso trecho.

¿Va a favorecer el espectáculo? Pues lo dudo también porque las inversiones para tener la mugre que tenemos han sido grandes y cuantiosas, y con la crisis que nos va a seguir apretando unos añitos, veo poco espacio para promover cambios en los circuitos actuales, que como ya sabemos, están indicadísimos para que la aerodinámica siga suplantando a la mecánica… Vamos, que una cosa lleva a la otra y habría que ser tonto del bote para pensar que tal y como están las cosas, la segunda iba a poder sacar la cabeza para quitarle el sitio a la primera con esto del cambio de motores, con lo cómoda que resulta la última para que cuadren los balances de las escuderías y se llenen horas y horas de televisión a base de gestas moñas en las que intervienen artilugios como el DRS o bonolotos como las Pirelli.

¿Qué queréis que os diga? No soy optimista en ésto, y mira que lo lamento. Sin libertad no entiendo ningún tipo de competición, y menos la F1, que entre tanto proveedor único y tanto calibre a la hora de regular cada tornillo, cada vez se parece más a una promesa incumplida de la que es difícil escapar, en la que lo importante son las alforjas y no el propio viaje. De manera que por poner mi granito de arena en esta estúpida opereta, me animaría a proponer que la FIA y Bernie dejen las cosas como están para evitar aumentar los costes, que se proponga a Pirelli que siga incentivando el desasosiego de los ingenieros y por ende el espectáculo, y que si se quiere que todo esto parezca otra cosa, se recurra a un chip prodigioso y a unos buenos altavoces en los vehículos (son baratos, ¡coñe!), recomendando que por ellos aflore en cada vuelta el sonido de aquellas auténticas bestias pardas que corrían en los ochenta del siglo pasado. Aquellos sí que eran Turbos.


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