Tough guys

Con un neoliberal octogenario a los mandos de la cosa, no es de extrañar que el año que viene tengamos a seis campeones del mundo en la parrilla, lo que me lleva a afirmar que al paso que vamos, terminará por cumplirse aquella profecía que hice hace no tanto, al respecto de que bien podrá existir un día en que veamos no a seis, sino a veinte entorchados intentando rebañar el mismo plato.

Lo malo de todo este asunto, el mío, al menos, es que recientemente entonaba aquí mismo una pequeña alabanza a las canas, tomando a Rubens como estribo, y me veo en la obligación ahora de decir que ni tanto ni tan calvo. 

Bien está que se valoren los galones largamente trabajados, que los noveles no entren por la puerta grande gracias a los dólares que llevan bajo el sobaco y sí gracias a currárselo como se lo han currado tantos en la historia de la F1, y que por tanto, descabalguen a los magos actuales a base de conjuros y utilización de varita mágica, y no por talonario; pero coño, de ahí a que rellenemos la parrilla con viejas glorias, dista un trecho bastante sabroso.

No es que esté en contra de que Kimi haya vuelto —¿cómo iba a estar molesto porque el querubín de querubines, el rayo azul y frío de la velocidad esté de nuevo en su casa?—, lo que me chasquea es la dinámica absurda que pone de manifiesto su contrato con Lotus, pues supone una reiteración completamente retórica, un énfasis con calzador, y si me apuráis, una hipérbole totalmente hueca que suena a búsqueda de patrocinadores y share por los cuatro costados, en un deporte que desgraciadamente abunda en los artificios estériles tratando de encontrar el maná perdido.

Con Raikkonen, van a ser seis los campeones del mundo que correrán en 2012, pero como las máquinas que tienen capacidad de pelear por el triunfo vienen a ser más o menos las mismas de todos los años, sobrarán dos como mínimo. Vamos, que Mika, ahora que parece que siente el prurito de la resistencia, podría montarse en un Sauber, y Villeneuve (Jacques, of course!) podría hacerlo en un Force India. Por edad podrían, pero sobrarían como sobra Schumacher hasta que Mercedes le permita demostrar lo contrario...

No me extiendo. En una competición lastrada por la ausencia de entrenamientos privados y la penuria económica, el camino adecuado pasa inevitablemente por gestionar correctamente los recursos y no por inventar atajos. Kimi es un fenómeno, y estoy seguro de que si se encuentra cómodo en el Lotus que le toque en la tómbola de los artificios mecánicos, podrá incluso depararnos sabrosos momentos repletos de espectáculo. Pero seamos honestos, lo hará, salvo que me equivoque de plano, desde el interior más miserable de la montonera, ese lugar que es y no es a partes iguales, porque lo suyo nunca ha sido saber sacar al vehículo que conduce o conducirá, lo que no tiene o tendrá.

Bien está que Rubens o Pedro, incluso Jarno o Adrian, sigan siendo pegajosos a la hora de abandonar sus respectivos asientos, porque saben sumar en sus escuderías; pero lo del finlandés errante es un asunto puramente económico, pecuniario, crematístico, buscapelas que diría aquél, nunca un activo en un escenario que se va empobreciendo a ritmo de mambo y triquiñuelas, buscando el espectáculo como le gusta a Bernie: a base de anzuelos bien cebados.

Espero equivocarme (con Michael, de momento, no lo he hecho), pero este tipo de retornos no son sanos, ni para el deporte, ni para el negocio, porque ya se sabe: el gato escaldado del agua fría huye, y como las expectativas no se cumplan, que no se cumplirán, porque un campeón del mundo necesita coche ante todo, a lo peor tardamos una década en recuperar el tejido perdido con tanta idiotez y despropósito.

Tipos duros, sí, pero campeones, los justos.