sábado, 5 de noviembre de 2011

La misma piedra


He tenido la fortuna de haber conocido a un tipo que vio correr a Farina, de haber visto brillar sus ojos cuando me relataba los que los míos jamás podrán ver, de haber asistido a las evoluciones de sus manos en el aire mientras trataba de transmitirme toda la euforia que le empapaba mientras le contaba al bisoño aficionado a la F1 que tenía delante, que él había llegado antes al mundo que compartían en la mesita de la cafetería Café & Té de la plaza Moyua.

Joserra murió casi hace ahora dos años. Habíamos apalabrado la primera entrada de esta serie que voy cubriendo a trancas y barrancas sobre los campeones mundiales de nuestra categoría en este blog, pero lo delicado de su salud y su avanzada edad, me hicieron comprender bien pronto que acabaría escribiéndola yo, y dedicándosela in memoriam, como así fue.

El caso es que anteriormente a este rosario de semblanzas escuetas, meros apuntes a vuelapluma de nuestros héroes automovilísticos, comencé a escribir otra. La iniciaba con Juan Jover, el primer piloto español en la máxima categoría, y hete aquí que Abuelete del M-3 ha venido recientemente a darme un cariñoso tirón de orejas porque Juan no ganó el G.P. de Madrid, como apuntaba yo, sino que lo hizo Raymond Sommer.

Él estuvo allí, a la tierna edad de ocho años, y le creo. Y le creo más aún, porque nuestra memoria constantemente maltratada mientras nos preguntamos entre negros augurios qué ocurrirá cuando Fernando se retire, depende de esos destellos testarudos de los que estuvieron allí y lo vieron, de Abuelete y de personas como Arturo G. Pola, quien vela porque el recuerdo de su pariente, Julio, héroe en Venezuela y perfecto desconocido en España, no se desvanezca en el olvido.

Los pueblos que no conocen su historia están condenados a replicarla, coma a coma, punto a punto, pero nuestro periodismo moderno (no quiero ser cáustico con esto) sigue empeñado en buscar nuevos valores en casa o allende las fronteras, en refritar lo refritado, en acertar donde han errado otros, mientras desestima negligentemente hurgar en una memoria común que nos hace falta porque nos anclaría en la historia del automovilismo y explicaría el Fernando actual, el Roberto actual, el Dani actual, el Jaime actual, el Jon (Pulguita) actual, y tantos y tantos otros nombres actuales que no entendemos en su auténtica dimensión, porque nos faltan datos.

Somos lo que hemos sido. Y lo cierto es que hemos sido y seguimos siendo, pero nos falta coraje para aceptar que necesitamos comprender lo que fuimos para encarar el futuro con optimismo, porque si no, estaremos condenados a tropezar con la misma piedra que nos ha tumbado tantas y tantas veces.


PD: Abuelete del M-3, gracias a ti por formar parte de ese manantial de recuerdos que necesitamos recuperar para encarar el presente y el futuro.

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