El sueño del ornitorrinco

Dos cosas. Una: la naturaleza tiende a buscar la sintonía física y emocional. Dos: el éxito de la película Alien se debió en buena medida a un efecto casi subliminal que fue percibido por todos los espectadores.

Que Ridley Scott aplicara un ritmo cardiaco al ruido de las máquinas de la Nostromo, no fue casualidad y sí utilización en beneficio propio de la esencia animal que llevamos dentro, porque en el microuniverso una célula tiende a acompasarse a la que tiene inmediatamente cerca, y conociéndolo, el realizador inglés llevó en volandas, y donde quería, a los espectadores de su película, con la misma destreza que un marionetista controla su muñeco.

¿Qué hay de nuevo viejo? Que estoy cabreado porque ya se alzan demasiadas voces en contra del optimismo que han levantado el ornitorrinco y su piloto, y esgrimen estadísticas, números, o cualquier majadería con tal de llamanos memos a los que queremos seguir creyendo.

Tuve un cuñado que decía que el amor sólo era química, reduciendo a la nada toda la magia que existe en ese vínculo ininteligible que se establece entre dos seres humanos. También afirmaba que los sueños son meras fluctuaciones eléctricas entre neuronas, que crean como resultado ilusiones. Por suerte mi hermana dejó que su química la llevara lejos, y que sus neuronas parieran sinapsis que hoy la hacen dichosa y la llenan de gozo.

Me gusta el ornitorrinco porque es diferente y único en su especie. Mientras los demás monoplazas van elevando el morro, él sigue pegado al suelo siguiendo el dibujo de la superficie de una concha. Y lo lleva el Nano, y confío en él, y él en nuestra común esperanza, y ya ha mordido, y seguirá mordiendo, porque se ajusta a sus necesidades como un guante de gamuza a una mano.

Negar la importancia de un piloto en el desarrollo de un coche es negar la utilidad de los probadores. ¿Por qué los eligen?, ¿para qué están? ¿Por qué McLaren no suelta a Pedro? ¿Sólo química?

Fernando Alonso sabe lo que quiere llevar entre las manos y parece que lo ha encontrado. Está contento y con eso me basta. Es feliz y yo lo soy a su lado. ¿Nos equivocamos? ¡Ya veremos!