De la mano del siempre infalible Maurice Hamilton y con prólogo de Jenson Button, Alain Prost [Blink Publishing; Londres, 2015] supone una obra generosamente ilustrada, que aborda la vida personal y profesional del tetracampeón francés desde una perspectiva, digamos menos hostil que de costumbre.
Hamilton admira a Prost y se le nota en cada palabra que le dedica, Button también se encarga, en las líneas que llevan su firma, de que nos quede claro su profundo respeto por Le Professeur, de esta manera, la lectura del libro resulta agradable desde la primera página hasta la última de las 320 que componen el volumen.
McLaren patrocinó la aventura de homenajear a los grandes campeones de la marca. No están Denny Hulme ni Emerson Fittipaldi, por ejemplo, aunque sí James Hunt, trabajo que junto al dedicado a Ayrton Senna y éste de Prost del que estamos hablando, componen una terna que luce particularmente bien en mis estanterías. Como chascarrillo os cuento que tampoco hay libro sobre Lewis Hamilton. No sé, Ron Dennis estaba entonces en el trono de Woking y quizás el título de 2008 le había sabido a poco, además, el astro británico ya conducía para la competencia.
En fin, no me distraigo. Alain Prost supone una bonita perspectiva del piloto galo desde sus inicios en el karting hasta su consagración como cuatro veces Campeón del Mundo en 1993 (Williams). Lógicamente, hay más carga literaria sobre su paso por McLaren, tanto en su primera fase, haciendo pareja con John Watson a bordo de los impagables e inconducibles M29 y M30, como de la segunda, a su regreso a Woking para conseguir allí los títulos de 1985, 86 y 89.
Pero también hay espacio para destacar su paso por Renault, Ferrari y Williams, para valorar cómo supo suavizar su temperamento al volante y convertirse así en un cronómetro suizo tras trabar amistad con Niki Lauda, y, obviamente, para poner en valor su derrota por reglamento en 1988 y sus cuatro subcampeonatos conseguidos con tres escuderías diferentes: Renault (1983), McLaren (1984 y 1988), y Ferrari (1990).
El sobrenombre de Le Professeur no le vino caído del cielo. Metódico, frío, calculador, obsesivo con la puesta a punto del coche y localizar las zonas del circuito donde podía ganar unas décimas, Prost siempre ha merecido algo más de justicia, y a fe mía que la obra de Maurice Hamilton se la proporciona.
Os leo.
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