¡Que sí! ¡Lewis estuvo fantástico en su incorporación oficial a las filas de La Scuderia!
Sobrio, elegantorro de la muerte, guapérrimo y encantador de serpientes, pero, inopinadamente, se le volvió a ir la mano con el atuendo elegido, como cuando no le dejaron entrar en el palco VIP de Wimbledon por no seguir su estricto código de etiqueta.
A ver, que una cosa no quita la otra, y, seguramente, todo se debió a cómo imaginaba el británico que era la vida en Maranello, pero, ¡diantre!, pilló a John Elkann y Frédéric Vasseur vistiendo informal, de sport y calzados con zapatillas de deporte, muy posiblemente porque ellos también imaginaron que Hamilton vendría a casa como se presentó en Wimbledon 2015, y no como si lo fuese a recibir el mismísimo Enzo Ferrari.
Iba a titular esta entrada Historia de un desencuentro con corbata, pero me quedaba demasiado largo para la cosa y he preferido tirar por algo más breve, ya que, a fin y a cuentas, todo esto se resuelve con algo de roce y de tiempo. Tiempo que resulta obligado dar para que unos asimilen qué producto han comprado y el otro entienda que Ferrari no muerde, al menos hasta que no se pone en marcha el cronómetro sobre cualquiera de los circuitos del Mundial y hay que comenzar a aplicar estrategias.
La historia promete, pero sí, a Lewis no hay nada que reprocharle.
Os leo.
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