No puedo con él, ni con mi vida cuando leo sus pamplinas de niño mimado por el sistema, que sólo lucha contra lo establecido cuando se lo permiten, porque, si no es el caso, amenaza con que a lo peor deja de respirar hasta que le den las chuches...
En qué cabeza cabe que no te consientan ir por la vida de ser inspirador y luminoso, a ver. Confieso que jamás se me ocurrió valorar si me dejaban o no protestar por todo aquello que me parecía injusto. Ni cuando la asamblea de Bellas Artes decidió apoyar las huelgas del sector naval que estaba haciendo trizas el Gobierno de Felipe González, ni cuando tocaba pelear palmo a palmo mejoras para el alumnado con el Rectorado y Jefatura de Estudios, ni, mucho después, cuando me iba a charlar con Aita Fermín para conseguir que el precio que cobrábamos los ilustradores por pieza dibujada fuese algo más acorde con el papel que desempeñábamos en la editorial, o simplemente, cuando tocaba reclamar que se aplicara la Ley alumbrada por Carmen Alborch en 1996.
Lewis se iba a apellidar Larbalestier y ahí ha quedado el asunto, en una modificación en Wikipedia que ni sus más entregaditos aplican cuando refieren al británico.
Luchó por los derechos de los negros y sus gestas han dejado como saldo algunas amenazas en redes sociales a quienes no se arrodillaban cuando tocaba hacerse la foto, y que Sky Sports pasee a Naomi Schiff en pantalla como venía haciendo con Karum Chandhok, convertidos ambos en meras anécdotas de color en unas retransmisiones que, a pesar del esfuerzo, siguen siendo profundamente racistas y enfocadas a memos que lo tragan todo sin rechistar ni cambiar una coma del texto.
Hay logros, tampoco carguemos las tintas, pero son escasos en comparación con los destrozos ocasionados, mucho menos si contemplamos que el heptacampeón no movió un dedo por Latifi cuando lo de Michael Masi en Abu Dhabi 2021—dar apoyo por teléfono o Wathsapp, no es bailar, que cantaba Sergio Dalma—, ni por el australiano, of course!, o lo mucho que le gusta ser el centro de los focos a cuenta de cualquier chorrada.
Sebastian Vettel, con menos, ha logrado infinitamente más en su catarsis como persona. James Hunt la clavó y su proclama al respecto de que el sexo es el desayuno de los campeones no ha sido superada como frase inspiradora, ni lo será jamás. Pero el bobo éste necesita que el aparato lo apoye porque si no no juega y se lleva el balón para que no juegue nadie...
El W14 no debe ir todo lo bien que se esperaba. Russell sigue suponiendo una amenaza inmediata y Lewis responde como lo ha hecho siempre: como un tipo mediocre que navega a todo trapo cuando el viento le resulta favorable, y se amilana en cuanto el aire cambia su rumbo.
Números aparte, el mierdismo sigue siendo un poema y el inglés su máximo exponente. Hombre del sistema que alberga dudas cuando éste no le da lo que quiere... Compradlo si queréis —¿quién seré yo?—, pero sigue pareciéndome una pésima inversión.
Os leo.
3 comentarios:
Me da que este año los de Brackley no se comen un rosco.
PD: Primera vez que comento aquí y te felicito por el pedazo blog que tienes y de paso te agradezco todas las horas de entretenimiento que me ha aportado (llevo enganchado más de un mes leyendo casi todas las publicaciones desde el 2007 jajaja).
Salidos, Pablo
Primera entrada al Nürburg en este año 23 y ya se me caen las lágrimas leyéndote, Josete.
Ni los buenos caldos mejoran tanto como tú.
Abrazotes!
Hamilton es un payaso new woke progre millonario.
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