Tuve suerte, el veneno de los bólidos de carreras me lo inoculó una persona a la que jamás solicité un dato o una referencia que diera fe de la veracidad de sus palabras...
Hablaba de sus héroes y las audacias de los creadores de monoplazas con apasionamiento desmedido, y de sus labios bebí la leche más tierna de la que cabía imaginar alimentarse a finales de los sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado. Él ocho años mayor que yo, un padawan retaco que, con el tiempo, acabaría siendo más diestro que su maestro pero igualmente generoso con quienes se acercan a Nürbu sólo por escuchar, por leer, por descubrir qué es todo esto y en qué consiste sentirse uno más entre tantos que buscan lo mismo.
Quince temporadas lleva abierto el blog y, si en los titulares se ha vuelto ahí fuera a lo denotativo, sacrificando el jugoso connotativo, el catecismo que manejamos ha borrado sus párrafos más impertinentes o atrevidos y perpetúa ahora las mismas retahílas y timitos carentes de sentido que ya se manejaban en 2007, que no ha llovido ni nada, y pienso en que si no hemos sabido avanzar en cuanto a criterio y lucidez de pensamiento, es, lisa y llanamente, porque nos vamos al cagarrón sin remedio.
El último que apague la luz, por favor.
Os leo.
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