domingo, 15 de mayo de 2022

Lasarte, 1924 a 1935

Ni cotiza que como colectivo tenemos un grave problema a la hora de dar valor a nuestra «herencia automovilística», circunstancia que se está agravando con la politización chorra y la paulatina incorporación de aficionados que creen en los datos oficiales y enlaces como si fuesen el canon de cualquier franquicia. 

Más allá del «todo nació con Alonso», el «como país llegamos tarde al motorsport» o la curiosísima ordenación que sigue el Circuit [Presentada la 32ª edición del Fórmula 1 Pirelli Gran Premio de España 2022], existe un inabarcable rosario de iniciativas desperdigadas por nuestro país a lo largo y ancho del tiempo, que contradice estos asertos de taberna y nos recuerda lo bobos que somos tirando piedras a nuestro propio tejado, dejando que sean otros los que dibujen nuestra historia, o desdibujándola nosotros por intereses espurios.

La primera participación de Montmeló en el calendario F1 se denominó 33º Gran Premio Tío Pepe de España porque antes de 1991 se habían celebrado treinta y dos GP de España, veintidós tras la reformulación FIA de la F1 a partir de 1950 —Jerez albergó cinco citas (1986 a 1990); el Jarama dio cobijo a once entre 1967 y 1981, dos de ellas no puntuables; Montjuïc a cuatro en su periodo de alternancia con el circuito madrileño (1969 a 75), y dos más discurrieron en Pedralbes (1951 y 54).
 
De los restantes hasta completar la cifra, todos ellos anteriores a 1950, el primero ya lo tratamos en su día: Sitges [1923, Terramar], y los nueve que quedan, a los que esta entrada pretende servir de prólogo, se disputaron en tierras guipuzcoanas, concretamente en el trazado de Lasarte.

Aprovechando la orografía amable de las tierras interiores de Guipúzcoa (Gipuzkoa) delimitadas al oeste por el río Oria y al este por el Urumea, así como un amplio tramo de la N-I Madrid-Irún, el Real Automóvil Club de Guipúzcoa pergeñó en 1923 un trazado de más de 18 kilómetros para disputar el I Gran Premio de San Sebastián, de manera muy similar a la experiencia del ACF y ACO con La Sarthe (Le Mans): carreteras de uso habitual convertidas con una mínima inversión en pista de carreras.

La tradición motorística guipuzcoana es longeva y fructificó de manera temprana a partir diferentes asociaciones de apasionados a las dos, tres y cuatro ruedas, que fueron uniendo sus fuerzas para dar alas y visibilidad a su afición. Al igual que en el caso de la catalana Penya Rhin [La Penya Rhin], su grueso se componía por industriales, burgueses y adinerados, que podían permitirse jugar a la competición en sus ratos libres y fines de semana, cuyo afán principal, más allá de disputar lizas, consistía en promocionar la provincia y su capital con fines turísticos y económicos.

La Bella Easo supuso la etapa final del Rally Biarritz-San Sebastián de 1912, por ejemplo, pero antes, el RACG ya era famoso por sus iniciativas alrededor del motor, como la Subida Internacional al Monte Igueldo (1908) o, ese mismo año, el Rally Internacional San Sebastián, o por sus carreras a 1 kilómetro o en cuesta para motocicletas, triciclos y coches...

La Reina Regente María Cristina había elegido las arenas y aguas de La Concha para que la Familia Real disfrutara de sus vacaciones de estío, su hijo, Alfonso XIII, era un enamorado de los vehículos a motor... había que ser tonto para dejar pasar la oportunidad.

Como de costumbre, dinero, posición social y glamur, se conjuraban alrededor de nuestro deporte. 

De 1923 data el primer documento que da fe de la existencia del Real Automóvil Club de Guipúzcoa, una entidad oficialmente constituida que podía acceder a las ayudas de la Diputación y el Gobierno Central para seguir alimentando los sueños de sus integrantes. El primer Gran Premio de San Sebastián no logró la categoría Grand Épreuve del AIACR (Association Internationale des Automobile Clubs Reconnus), pero en 1924 sí lo consiguió, y ese año y el siguiente, el Gran Premio de San Sebastián fue también el Gran Premio de España. A partir de ahí la secuencia se prolongó exclusivamente con la denominación «Gran Premio de España» hasta 1935, excepción hecha del periodo 1930 a 32, en el que las convulsiones políticas marcaron la agenda de toda la nación.

Os leo. 

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