Hay quien sigue creyendo que la realidad circundante nos esquiva, pero sigue ahí, inquietante como ella sola, perversa muchas veces, aburriéndonos con noticias cogidas con alfileres que acaban siendo estiradas como un chicle porque de algo hay que vivir...
Recuerdo que me fui apeando de los medios escritos cuando reconocí que mi interés por una información de calidad pagaba los abultados sueldos de sus Consejos de Administración. Ha llovido tanto de eso que muchos de nuestros creadores de contenido actuales ni siquiera habían nacido, ni saben a qué me refiero; ni imaginan que forman parte del mismo despeñaperros por el que continúan cayendo buenos periodistas a los que les resulta imposible seguir sin vender su alma al diablo.
Decía al comienzo que formamos parte de la misma película, básicamente porque no hay otra. Las audiencias mandan y en Fórmula 1 dictan qué vereda tomamos y cuánto tiempo la transitamos hasta que damos con la siguiente.
Muchas veces resulta insoportable no poder localizar una miserable línea que satisfaga eso que nos interesa tanto pero no atrae los focos. Esta mañana, por ejemplo, he leído varias referencias a Alpine ante la cita en el Paul Ricard, en diferentes portales de noticias, y las que no eran traducciones o refritos daban a todos los palos, por ver, seguramente, quién se apunta primero el ¡como dijimos!, aunque subyace en todas ellas la sensación de que a la francesa no le va a ir del todo bien en casa, que es como ver medio vacío el vaso medio lleno que nadie ha dicho que iba a rebosar en 2021.
En otras ocasiones me molesto en indagar dónde está el abrevadero del augurio, pero hoy no tenía ganas porque Alpine forma parte de esos puntales informativos que proporcionan clics este año, siquiera porque Fernando Alonso va en el mismo paquete que Enstone...
No me enrollo. Dicen que Verstappen es firme candidato a calzarse el Mundial de esta temporada, pero resulta curioso que el holandés no dé muestras de creérselo. Tan fogoso él, tan dado a escenificar sus alegrías como su frustración ante los fracasos, Max se lo ha tomado con tanta calma que un digno representante de ese periodismo que sigue sin claudicar por un plato de lentejas o un pase VIP, si es que queda alguno, se tomaría la molestia de investigar qué coño está pasando por su cabeza en momentos tan claves.
Os leo.
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