Que nos vamos a la mierda es un hecho que llevo aceptado desde hace mucho tiempo. Pasa en todos los órdenes de la vida, y en concreto, en lo nuestro, lo notas cuando tratas de enfocar un piloto y alguien te sale contestando en términos de amor/odio.
Nunca he entendido la manía de ir a casa de otro a decirle cómo debe tenerla o llevarla, a qué hora debe hacer la colada o cuándo debe tener listo el almuerzo. Mis cuñadas son así, pero están mayores. Mi convivencia con ellas resulta complicadilla porque les gusta entrometerse por activa o por pasiva, vamos, que lo mismo te quiebran una pierna en un descuido y te recriminan después que camines cojo, que te montan un sanedrín para sentenciarte por habértela dejado romper. Pero ya digo: son de otra época.
Vettel ha hecho saltar la banca. El alemán resulta intocable incluso ahora que le caen piedras de todos lados, pero ¡ojito!, que él no tiene ni media palabra mala hacia Ferrari a pesar de que la pone de vuelta y media precisamente como hacen mis cuñadas: sembrando dudas. Y si criticas esto mismo, ¡zas!, enseguida te viene quien advierte que tus palabras están saturadas de odio y rebosan rencor. Y todavía es peor si recuerdas que desde 2014 no levanta cabeza...
Cualquiera que tenga hijos adolescentes o que hayan superado la adolescencia, sabe perfectamente de lo que hablo. Todas las conversaciones con pretensión trascendente terminan igual: en callejones sin salida. Y el caso es que es una etapa preciosa aunque lo malo es prolongarla más allá de lo razonable, porque a ver, no hace falta odiar a Sebastian, un suponer, para entrever en él un piloto incapaz de llevar su coche un poquito más lejos.
Hay pilotos buenos, muy buenos y mejores, siempre los ha habido, incluso ahora, cuando su contribución a la labor de equipo se tasa en un exiguo 1%. Lo del margencito tiene tela, tampoco lo vamos a obviar, porque el 1% de Hamilton tiene infinito más peso que el de Sáinz, por poner un ejemplo, y el de Vettel es más irrelevante que el de Checo Pérez, que nos entendemos, ya que la cosa es científica de la muerte cuando interesa y entra dentro del campo de las apreciaciones subjetivas, o lo opinable, cuando conviene.
Nunca he entendido la manía de ir a casa de otro a decirle cómo debe tenerla o llevarla, a qué hora debe hacer la colada o cuándo debe tener listo el almuerzo. Mis cuñadas son así, pero están mayores. Mi convivencia con ellas resulta complicadilla porque les gusta entrometerse por activa o por pasiva, vamos, que lo mismo te quiebran una pierna en un descuido y te recriminan después que camines cojo, que te montan un sanedrín para sentenciarte por habértela dejado romper. Pero ya digo: son de otra época.
Vettel ha hecho saltar la banca. El alemán resulta intocable incluso ahora que le caen piedras de todos lados, pero ¡ojito!, que él no tiene ni media palabra mala hacia Ferrari a pesar de que la pone de vuelta y media precisamente como hacen mis cuñadas: sembrando dudas. Y si criticas esto mismo, ¡zas!, enseguida te viene quien advierte que tus palabras están saturadas de odio y rebosan rencor. Y todavía es peor si recuerdas que desde 2014 no levanta cabeza...
Cualquiera que tenga hijos adolescentes o que hayan superado la adolescencia, sabe perfectamente de lo que hablo. Todas las conversaciones con pretensión trascendente terminan igual: en callejones sin salida. Y el caso es que es una etapa preciosa aunque lo malo es prolongarla más allá de lo razonable, porque a ver, no hace falta odiar a Sebastian, un suponer, para entrever en él un piloto incapaz de llevar su coche un poquito más lejos.
Hay pilotos buenos, muy buenos y mejores, siempre los ha habido, incluso ahora, cuando su contribución a la labor de equipo se tasa en un exiguo 1%. Lo del margencito tiene tela, tampoco lo vamos a obviar, porque el 1% de Hamilton tiene infinito más peso que el de Sáinz, por poner un ejemplo, y el de Vettel es más irrelevante que el de Checo Pérez, que nos entendemos, ya que la cosa es científica de la muerte cuando interesa y entra dentro del campo de las apreciaciones subjetivas, o lo opinable, cuando conviene.
En fin, tengo infinidad de preocupaciones más urgentes que andar odiando a la gente, vaya por delante. Pero como la vida es como es, no como queremos, quiero recordaros esta tarde que el individuo que conducía el vehículo de la imagen de encabezamiento [instantánea de John Kernodle, un fotógrafo fantástico], era un fenómeno además de un hombre normal, porque sentado en su habitáculo era capaz de marcar líneas rojas, algo que no está al alcance de muchos. Clark llega más lejos. Clark lleva su Lotus donde nadie imagina. Flying Jim, en agua o en seco no tiene rival...
Mirad, se puede morder el polvo luchando hasta el úlimo suspiro, lo que no se puede es seguir pasando por increíble cuando la escapatoria de las responsabilidades se ha asfaltado, dejando atrás la hierba y la gravilla donde antes quedaban retratados los que iban de farol o pasados de vueltas. Y no, no es imprescindible odiar para verlo.
Os leo.
5 comentarios:
Gracias por tus reflexiones. Quizás yo no soy tan pesimista, yo dejaria la contribicion del piloto en un 5% !.
Aparte juraria que el piloto de la foto no es Jim Clark, sino el feliz propietario del lotus 49. Ese casco no se lo habia visto nunca y el doble roll bar, en 1967 estoy casi seguro que no lo llevaban lacabeza del piloto me temo que no preocupaba mucho a los constructores...
Buenos días, Jordi ;)
No suelo tomar en serio ese pequeño 1% que muchos expertos dan al piloto porque los equipos son ahora gigantescos y tal, ya que en carrera, como hemos visto este año que ha sucedido con Vetell, o con Stroll o Sirotkin, su contribución es crucial y define si el trabajo se concluye bien o se va al carajo. En términos brutos sí es una pequeña parte, pero a la hora de la verdad yo elevaría mucho ese porcentaje, Jordi
Y en cuanto al Lotus 49 de la imagen, efectivamente está actualizado, como bien dices y no es Jim quien va dentro ;)
Ya comento en la entrada «el individuo que conducía el vehículo», pero el casco me temo que sí era su habitual :P
https://lat.motorsport.com/f1/news/video-recordando-a-jim-clark-leyenda-de-la-f1-1021344/3108945/
Abrazote, Jordi, y muy buenos días ;)
Jose
1% la atribución de un piloto???
Ese Whiskey José ;)
Buenas noches, Chema ;)
No te creas, ya me gustaría que mis whiskises dieran para alucinar tanto XDDD
En serio, el tema es viejo y me he choteado mucho en Nürbu. Hombre, si coges la plantilla completa y haces la cuenta de la vieja contando que el piloto es un hombre de todo el engranaje, pues sí, pero como decía más arriba, a la hora de definir está el piloto en pista y eso eleva mucho el porcentaje de su contribución ;)
Abrazote
Jose
Fíjate Jose que a veces pienso que si no es por las cagadas que cometen nuestros últimos campeones del mundo, y los gañanes de los jovenes pilotos, pensaría que le meten a la centralita ya directamente todo y hace perfectas las vueltas aunque pongan a unos monigotes dentro simulando que son los pilotos. Apuesto por ello.
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