Dicen que la velocidad es una magnitud física vectorial que refleja el espacio recorrido por un cuerpo en una unidad de tiempo determinada, e imagino que en agosto de 1962 venía siendo similar, incluso en las aparentemente apacibles entrañas de las Eifel.
El Gran Premio de Alemania se celebra en pleno verano pero esta vez lo hace bajo la implacable ley de los microclimas montañosos.
Esa semana el líquido elemento hace acto de presencia en las inmediaciones de Nürburgring y el sábado y domingo lloverá aún más. El Nordschleife es así, durante el estío lo mismo regala elevadas temperaturas que fuertes aguaceros. Jackie Stewart todavía no lo ha bautizado como The Green Hell pero se prevé un minúsculo infierno mojado para los días 4 y 5 de agosto. Sin duda, los pequeños y delicados monoplazas de entonces se van a enfrentar a una dura prueba.
Dan Gurney tiene una muy buena alzada y para sus compañeros y amigos supone un auténtico espectáculo verle introducirse en su 804. No es que no quepa, que lo hace, se trata de la cuidadosa coreografía de contorsionista que se lo permite. También es verdad que según algunas voces todavía era más divertido observarle salir de un auto que tan sólo medía 3'60 metros de largo y casi 1'30 de ancho en su eje trasero...
Sea como fuere, el norteamericano y su Porsche habían logrado una extraña simbiosis que se había visto certificada en el Gran Premio de Francia (Rouen-Les-Essarts), su primera victoria en Fórmula 1. La suerte había sido esquiva en las tres pruebas anteriores a la cita francesa. En Zanvoort no logró terminar el Gran Premio de Holanda y lo mismo sucedió en Montecarlo con el Gran Premio de Mónaco. En Spa-Francorchamps había cambiado de montura (Lotus 24 de Autosport Team Wolfgang Seidel), pero no logró clasificarse para el Gran Premio de Bélgica...
En tierras galas sí, allí todo había ido sobre ruedas. No tanto en Gran Bretaña, la carrera siguiente, donde terminó nono porque el rápido trazado de Aintree se había atragantado al monoplaza. De forma que el Nordschleife parecía una buena oportunidad para reivindicarse de nuevo. Curvas, muchas curvas, todas las curvas del mundo. Sin duda penalizaría en la larga recta entre Dottinger Hohe y Tiergarten, pero sentía buenas vibraciones cuando por fin se ajustó las gafas y apretó suavemente el acelerador mientras iba subiendo de marchas.
La velocidad es una magnitud física vectorial pero en Nürburgring también es una magnitud de otro tipo. La exigencia mental ante la posibilidad de cometer errores es máxima, así como la concentración necesaria para evitar caer en las numerosas emboscadas que acechan en cada giro o recodo. El Nordschleife no es un trazado corto, su cuerda supera ampliamente los 14 kilómetros del gigante belga. Son casi 23 y llueve.
Gurney y su pequeño ataúd con ruedas, de apenas 185 caballos de potencia, consiguen la primera pole para la de Stuttgart. Ocho minutos, cuarenta y siete segundos y dos décimas en recorrer el infierno a toda velocidad, por delante de Graham Hill y el BRM que convertirá al británico en Campeón del Mundo al final de la temporada...
Os leo.
1 comentario:
Coño José, qué bueno es leerte.
Buenos días.
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