martes, 12 de enero de 2016

Todo son ventajas


Disfruté ayer de un día lo suficiente intenso como para que por la tarde me quedara un regusto a Coronel Kilgore mandando a sus chicos hacer surf bajo las bombas, con el que sinceramente, daban ganas de meterse a la cama.

Honestamente tengo que confesar que este tipo de papeles me chiflan —creo que ya lo sabéis—. Tienen las ideas claras y todo se la pela, como vulgarmente se dice, así que entre el Sargento de Artillería Highway, el Sargento Oddball y el susodicho Coronel Kilgore, me decidí al final por el legendario comandante del Sherman que aparece en Los violentos de Kelly (Kelly's heroes).

Los tres son como aquellos calzoncillos largos de algodón que se usaban en las películas de vaqueros, que lo mismo valían como ropa interior que como pijama. Y el caso es que te pones cualquiera de ellos antes de dormir y sabes que horas después, cuando despiertes, bastará para que el mundo sea tuyo y de nadie más, con que te calces las botas, te pongas la gorra o el sombrero, o el casco mismo, y te ajustes el cinto con la herramienta y sus balas.

Es algo así como el arreglá pero informal de Martirio, pero funciona, vaya que si funciona...

Me he levantado tarde y como hago siempre, he despachado un poco de prensa y otro poco de redes sociales mientras tomaba el café. Rutinas que me engranan a la realidad, que diría aquél. Y no sé por qué, imaginando que a martes ya se nos habría pasado lo de Cataluña, que lo de la Infanta y su infante estaría claro, que ya se habría disipado la ola de reclamación de mano dura que recorre Europa, y que en una palabra, la normalidad sería algo más normal que de costumbre, me he encontrado con que no, con que 2016 no es sino una prolongación innecesariamente banal de 2015, y además, sin David Bowie. 

Las Navidades no han servido de catarsis, las fiestas y el cambio de año no ha ejercido de punto y aparte. Aquí no ha reflexionado ni ha hecho acto de contrición nadie. Todo sigue su curso natural: hacia el caos y más allá, como los lemmings cuando sufren de sobrepoblación.

Y lo cierto es que en Fórmula 1 la cosa no anda mejor. A Pirelli no le convencen las propuestas de mayores prestaciones previstas para 2017; Mark Surer afirma que los pilotos actuales están poco menos que amordazados; Toto Wolff entiende a Bernie Ecclestone, oh wait!; Red Bull sigue quejándose del dominio de Mercedes AMG; Sergio Marchionne le pasa la patata caliente de los motores únicos a la FIA y el FOM. Todo el mundo se queja del coño parné —de su escasez, más bien—, pero de Lewis, nuestro vigente tricampeón del mundo, apenas habla nadie...

Y cómo no, ya se menciona 2018 porque nuestro alimento es la esperanza. Allí se arreglará todo y se trabaja duro para conseguirlo. Y eso que acabamos de estrenar 2016.

Imagino que ya sabéis lo que nos espera esta temporada. Es lo bueno que tiene conocer el futuro inmediato sin necesidad de bola de cristal, que hueles el aire y decides sacar del armario un calzoncillo largo para vestirte de Oddball. Todo son ventajas.

Os leo.

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