jueves, 15 de enero de 2015

Lo mejor está por llegar


Incapaces de resistirnos a nuestra propia previsibilidad, la guerra de trincheras entre aficionados comienza incluso a producir lástima con el transcurso de las temporadas.

Lo llevo percibiendo al menos desde las dos anteriores y casi daría por cierto, que los primeros síntomas permanecen todavía anclados en 2012 o más atrás. No estuve atento así que no puedo afirmarlo con rotundidad. En todo caso, en aquellas edades andábamos entretenidos con los difusores soplados que eran escapes sopladores o con el señor Coanda y sus cartografías indescifrables, lo que siempre nos supondrá una bonita excusa a la hora de explicarnos por qué trotamos de aquí para allá, para no salir jamás del establo.

La verdad va por barrios, como la luz, los aromas y los colores, y los amores. Satisfechos con lo que tenemos, ajustamos de manera complaciente todo cuanto nos rodea a ese mundo minúsculo de señales que nos identifica nítidamente frente al resto de regiones del universo. O eso creemos. Y el caso es que no hacemos otra cosa que refritar conceptos y refritarnos a nosotros mismos, mientras firmamos todo cuanto sucede para hacer ver que nos pertenece. O eso pensamos.

Sebastian ya es un piloto Ferrari y en cuanto la nueva máquina comience a rodar en Jerez, el pasado habrá dejado de tener importancia. Resulta clave entender esto. El tetracampeón del mundo ha llegado a Maranello con sus títulos bajo el brazo y el recuerdo de 2014 prendido con alfileres de la solapa, tal vez por si con un poco de suerte, el aire que acaricia Módena coge impulso y lo arrebola y se lo lleva para siempre o lo entierra entre los arbustos. Por delante, el futuro, un reto ilusionante que al menos precisa de dos años para concretarse. Luego... Bueno, lo mejor está por llegar.

Y el caso es que La Scuderia ha hecho cuarta esta sesión pasada en el campeonato de constructores, y aunque las evoluciones del de Heppenheim en su último año con Red Bull puedan ser arrinconadas para que no desequilibren el cuadro, la rossa es hoy por hoy una sombra de sí misma en la que ni siquiera están Domenicali y Mattiacci, los valedores de Vettel.

Cuarta era también Renault a su salida de 2007 —terminó tercera por la descalificación de McLaren—. Fernando también había sufrido un mal año tras haber logrado sus dos mundiales consecutivos en 2005 y 2006, pero Enstone era entonces poco menos que un lugar de acogida donde el español podría lamer tranquilamente sus heridas bajo los cuidados de Briatore. No había grandes expectativas para las dos temporadas siguientes, solo un decorado de cartón piedra hecho a la medida del de Oviedo en el que se hizo imposible borrar lo que había sucedido en Woking.

Día a día, jornada a jornada, de 2008 a 2010 al asturiano se le hacía beber el amargo brebaje de su derrota a manos de Hamilton y Dennis, sin dejar espacio para que lo mejor estuviera por llegar. Su salto al vacío computará siempre como un error de cálculo, como una necesidad pésimamente satisfecha.

Mi barrio huele esta mañana a recuerdos que no quiero olvidar. Os leo.

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