sábado, 12 de julio de 2014

¡El niño se nos casa!


La victoria de Lewis Hamilton en el pasado Gran Premio de Gran Bretaña podía entrar en las quinielas, quién puede negar o afirmarlo a estas alturas de la extraña película que estamos viviendo, pero sin duda ejerció de testigo en el enlace matrimonial entre Nico Rosberg y Vivian Sibold porque al poco de haberse celebrado la ceremonia civil en Mónaco, el propio rubio de Mercedes compartía la prueba del delito con sus numerosos seguidores en Twitter y Facebook.

A la hora de escribir estas líneas desconozco si el grandísimo Keke Rosberg se fumó un pitillo al ver el arrumaco o un brillo malicioso iluminó sus ojos al recordar en ese instante, que su zagal se parece bastante poco a los hijos de Gilles o Graham porque con un poco de viento de popa, ganará este año el título que le corresponde sin que nadie se lo discuta.

Pero volvamos a la fotografía de entrada, a ese aire de cuento de hadas que destila, a ese vals a medio comenzar que se insinúa en la pareja y a ese mensaje secreto que lleva en sus entrañas para que fuese interpretado por Lewis sin necesidad de pasar por el descifrado de la máquina Enigma.

Y es que no es un robado ni un falso robado como los de Ana Obregón, aunque lo parezca, sino un posado en toda regla, un «¡Ey, bobo, empezaste primero así que no te quejes. Soy alemán por los cuatro costados y se me nota la buena educación. No me hace falta ponerme pelos de mohicano ni llevar pendiente. Me llamarán Príncipe de Beukelaer y se reirán de mis caderas, pero en calificación soy más rápido que tú y como te descuides, cuando acabe contigo no te reconocerá ni la madre que te parió!»

La traducción es libre, obviamente, y quizás un poco subida de contenido, también lo admito, pero reconoced que un escueto «Fuck you!» quedaba excesivamente pobre para el interés de este texto, aunque así y todo, sigo jugándome la mano con que dibujo a que el mensaje oculto existe y su destinatario era Lewis Hamilton. Si no, de qué Nico iba a jugar con fuego ante los que le acusan de blandito y no entenderán jamás que el plano semántico de la fotografía flirtea con la oposición más frontal entre su contenido denotativo y connotativo. 

Marshall McLuhan acuñó aquello de «El medio es el mensaje» y convendría que no se nos olvidase porque es meridianamente cierto y porque Nico es hijo de Keke, un hombre que se curtió cuando la guerra psicológica consistía en que Nelson Piquet (el único que existe), minaba la moral de su compañero Nigel Mansell diciéndole al león británico que su mujer era tan fea que ni borracho se la tiraría.

Testosterona y virilidades fatuas aparte, imagino a Nico y a Keke compartiendo tarde y problemas cotidianos. Que si tu madre no me deja fumar en casa ni rascarme los pelendengues cuando hay invitados, que si Lewis me tiene hasta los cojones... Ya sabéis, esas cosas que siempre suceden entre padres e hijos y dan para mil y una batallas domésticas. Y aquí que el pequeño Rosberg pregunta a su progenitor que cómo lo hace y este le contesta que le dé donde más le duele al inglés. Total, que terminada la reunión familiar, Keke se vuelve hacia el salón rascándose las mamandurrias y con un cigarro en la boca, dejando atrás a su chaval macerando los pormenores de su venganza, para decirle a Sina: ¡Cariño. El niño se nos casa!

Os leo.

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