Algo va rematadamente mal cuando hasta el más acérrimo aficionado al
fútbol te pregunta acerca de por qué tienen tanta importancia las ruedas
este año. Le dices que no sólo es este año, sino que ya llevamos con el
asunto al menos tres, contando lógicamente con los pedruscos de
Bridgestone en 2010. Le explicas un poco en qué consisten ahora los
neumáticos y lo más que consigues es que tu interlocutor abra la boca
para decir a renglón seguido: ¡pues vaya mierda, no?
Pues sí, ¡vaya caca!, que diría aquél. Y piensas irremediablemente en
Bernie Ecclestone pidiéndole a Juan Mari Arzak que le confeccione un
plato que sólo dure un suspiro, porque lo que mola de ir a un sitio tan
exclusivo no es la comida que sirven sino el ir y venir de los
camareros, y te asalta la figura de Alberto Chicote entrando en la sede
de la FIA en la Place de la Concorde con el balón de rugby en
la mano, para comenzar a levantar tapas, oler cazuelas y lanzar
jaculatorias al cielo, mientras recuerda machaconamente a Fangio, a
Moss, a Clark, a Stewart y Fittipaldi o a Gilles Villeneuve.
Veo al madrileño levantando alfombras,
apartando cuadros, pasando el dedo por las paredes llenas de grasa y
llegando al frigorífico de la cámara presidencial donde sienta su culo
el gran Todt, para rugir estentóreo aquello de ¡pero qué coño es todo ésto…?
Esto es lo que no está dejando la FIA, un mundo feliz repleto de
proveedores únicos que al final acaban siendo víctimas de sí mismos. Ahí
anda Williams, por ejemplo, firmando el divorcio con Renault porque lo
de revivir laureles pasados está reñido con el pecunio cuando los
resultados no acompañan en absoluto. ¿Qué sería de la Fórmula 1 si la
gala fuese el único suministrador?, que a la de Grove le tocaría joderse
y arrear con lo puesto este año y el siguiente, y el otro y el de más
allá. Pues lo mismo pasa con las gomas, que si hubiera una miserable
alternativa a lo que tenemos, habría al menos un futuro al que agarrarse
y no una sima hedionda y oscura a la que asomarse.
En este sentido, permitidme que os diga que me tiene perplejo que
Bernie, quien ve con buenos ojos y muy saludable el retorno de Honda al paddock, que gustaba de jugar con Donington y Silverstone al backgammon,
insista en ver el espectáculo como una simple manifestación del
barullo, donde lo más atrevido que existe es quitarle la silla al payaso
de turno, por ver si éste se va así al suelo, ¡ja, ja, ja!
Sea como fuere, la chuleta de cinta ancha que compramos sabrosa y
prometedora para la barbacoa, se nos está quemando al fuego y al final
de todo, se llame Pirelli o puturrú de fuá, será la hamburguesa de la que nos acordaremos para rememorar esta estupidez que estamos sufriendo, a quien señalaremos como culpable
mientras se reseca hasta parecer la suela de una alpargata, olvidando
que en la sede de la FIA, los responsables de tanto sindiós huyen de
Alberto y se esconden en los armarios o bajo las mesas de sus fabulosos
despachos, con la intención de evitar que Chicote les pregunte a
bocajarro: ¿pero tú sabes de qué va esto?
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