El mayordomo tuvo un mal día

El incidente que protagonizó ayer, de nuevo, Mark Webber, el aussie, durante la disputa del Gran Premio de China, tenía aires de réplica de terremoto.

Después del asunto del poco caldo con el que corrió el australiano la Q2, circunstancia que le llevó a ser penalizado a ocupar la última plaza en la parrilla y en última instancia a salir del pit lane, lo de la rueda en el precipitado tercer stint del vehículo número 2 de Milton Keynes, sonaba a cuchufleta, a clavo mal puesto en un ataúd que se presupone al menos tan digno como la escudería que en apariencia nos había invitado al entierro.

Descolocado, en cierto modo perplejo como si la Feria de Abril comenzara un 13 de marzo, cogí mi Churchwarden, la llené de tabaco, y tras distraerme un rato observando las volutas de humo que salían de mi boca, decidí llamar a Watson.

—John —en la intimidad nos tuteamos—, ¿recuerdas que algún mayordomo regara el escenario del crimen y literalmente, de pruebas inculpatorias?

Disertamos como buenos viejos amigos sobre lo divino y lo humano, calibramos nuestras respectivas ópticas, debatimos sobre si el mayordomo es una figura indispensable en todo asesinato, pero Watson no recordaba nada parecido a lo que le estaba insinuando. ¡Habría que ser muy gañán! ¡Desde luego! ¡Un inepto de tomo y lomo! ¡Por supuesto! ¡Un aficionado en toda regla! ¡Elemental, mi querido Watson! ¡Yo apuntaría al ama de llaves, indudablemente! Bueno, John siempre ha sido un misógino aunque ha disfrutado de mejor publicista… Él tiene tela, yo, no…

En fin, pongámonos serios porque si hay algo de cierto en todo lo ocurrido este pasado fin de semana, es que las pruebas inculpatorias riegan el escenario del crimen. Oficialmente todo estaba solucionado al martes siguiente del affaire Multi 21. Sebastian se había mostrado circunspecto en el podio de Sepang y pidió perdón a Mark, al equipo y al señor de la escoba que pasaba por allí, en cuanto tuvo ocasión de hacerlo. Llegaron las vacaciones y el australiano se fue a hacer surf mientras el alemán se quedaba en Milton Keynes a seguir trabajando. Oficialmente también, a comienzos de esta semana pasada, la tormenta que azotaba Red Bull estaba bajo el absoluto control de Christian Horner, toda vez que Dieter Mateschitz ya había sancionado que lo de las órdenes de equipo en la austriaca se había acabado (se presupone que alguna vez han existido), y que el aussie y el de Heppenheim se tendrían que limpiar el culete solitos (se presupone también, que alguien se lo limpiaba antes).

En esto estábamos cuando el martes día 9 de abril Vettel nos mostraba que el trabajo no le sienta bien y que mejor habría hecho en irse a hacer surf como su compañero. Palabrita aquí, gesto allá, el fuego, lejos de haberse apagado estaba cada vez más avivado. Llegó el viernes y se mascaba la tensión en el seno de Red Bull, situación de la que informó puntualmente Antena3 el mismo sábado. Y en mitad de la calificación, cuando todo el mundo pensaba que las cuitas entre Seb y Mark se iban a dirimir sobre el asfalto, a este último le falla la bomba de gasolina, o el surtidor, o el tipo que decide cuánto combustible mete en el depósito. Horner se excusa y da la cantada. El británico aduce que ha sido un fallo técnico, pero la FIA le enmienda la plana y castiga al australiano a salir último en la parrilla del domingo porque considera que ha sido fallo humano o intento de sacar ventaja.

Los acontecimientos se precipitan. Para no desmerecer a Webber se saca su coche del parque cerrado (fermé que dicen los finos), se le cambia todo, incluso le limpian los retrovisores y se le pasa cera a la carrocería. Mark saldrá desde el pit lane, pero cuenta con el apoyo explícito del equipo, ¡faltaría más! 

Todo va bien hasta que en la vuelta 14 el aussie se topa con Jean-Éric Vergne. El chaval de Toro Rosso se abre en trazada para dejar pasar a un Red Bull, algo natural en los de Faenza, pero se cierra porque no estamos en Yas Marina o Interlagos, sino en Shanghai. El RB9 número 2 le golpea y acaba dañado. ¡Box, box, Mark, box! o algo así, y Mark obedece. Entra en garajes y aprovecha para cambiar neumáticos, y sale, y…

Horner se excusa de nuevo y la FIA vuelve a enmendarle la plana, también de nuevo. La rueda se comprueba que no estaba bien atornillada, como decía el británico, y a la austriaca le caen 5.000 € de sanción y a Webber 3 puestos de penalización en Sakhir por lo de Vergne. Y yo recuerdo a Rubens Barrichello preguntando por radio si era normal ir perdiendo 1″ por vuelta, y a su ingeniero de Brawn GP contestándole que sí, que lo era, y cojo de nuevo el teléfono:

—John, ¿te has puesto a pensar en que incluso los mayordomos pueden tener días de esos, de los malos, en los que todo sale como no está previsto?

Os leo.

[Publicado en Diariomotor]