Mala baba

Max ha abierto la boca hace muy poco, y lo ha hecho para arremeter contra uno de sus eternos enemigos, cosa nada extraña, pues al expresidente de la FIA le sobran ya que no ha sabido hacer amigos.

Tocaba meterse con Ferrari porque la cosa iba de enfatizar la bondad de su gran idea sobre las limitaciones de presupuesto, y lo que me ha chocado no ha sido su tradicional virulencia, sino que en seguida los medios han tomado sus palabras al pie de la letra a la hora de sacar punta al ahora gigante, pasando por alto que Ferrari, antes de ser lo que es hoy, fue un taller tan taller como Vanwall, Cooper o Lotus, y que en sintonía con lo mencionado, tuvo épocas donde las pasó putas, si se me permite tan estentórea afirmación.

El campeonato mundial de pilotos, en su actual formato (más o menos), nacía en 1950 y florecía al amparo de la etapa históricamente dominada por las grandes insignias del automovilismo: Alfa Romeo, Lancia, Maserati y Mercedes-Benz, fundamentalmente; cuyo testigo sería recogido a finales de la década por los legendarios workshops británicos. No es casualidad, por tanto, que el mundial de marcas surgiera en 1958 para enfatizar precisamente el valor deportivo de los equipos pequeños.

En este difuso escenario, la de Maranello abordaba la competición oficial a partir de las experiencias obtenidas como preparadora de Alfa Romeo, recogiendo en su camino los restos deportivos de Lancia (Charly Barazal, en el último número de Gran Prix Actual*, reseña magníficamente este punto), para enfrentarse en solitario a los por aquel entonces nuevos tiempos. Este hecho, y el nada desdeñable de haber sobrevivido a la etapa con 4 títulos de conductores (dos para Ascari, uno para Fangio y otro para Hawthorn), la colocaba a comienzos de los 60 del siglo pasado como una marca más, cuando la realidad impone su criterio situándola como una fábrica de tamaño pequeño que no conseguiría su primer entorchado de constructores hasta 1961.

No pretendo extenderme. Ferrari, la que tanto odia Mosley, comenzó de manera casi idéntica a como lo han hecho los invitados a esta merienda de caníbales que nos ha dejado él como legado, y sólo con el transcurrir del tiempo, y mediando la solución de sus propios problemas dejándose caer en manos de FIAT (casi estuvo a punto de hacerlo en las de FORD), ha logrado llegar al punto a que ha llegado.

Si la propuesta revitalizadora de Max partía de la premisa de dar oportunidades a equipos sin posibilidades, o con éstas muy limitadas por el bien y la salud futura del deporte, cabe preguntarse de qué se queja el hasta hace poco presidente de la cosa, pues La Scuderia, en sentido estricto, supone la certificación de que su idea es correcta y vigente a pesar del tiempo. Aunque yo iría un poco más lejos, porque lo que más me ha sorprendido ha sido que no ha mencionado a McLaren ni a Williams, escuderías ambas que comenzaron sus respectivas andaduras con exiguos presupuestos, para levantarse después a lo más alto. Atendiendo al caso de la primera, por su sobrepeso, barrunto que sobreviviría igual de mal que la italiana con partidas restringidas... Ni menciono lo que le ocurriría al equipo de Sir Frank si no dependiera de las regalías que le suponen los contratos con la FIA en fórmulas menores.

¡Mala baba. Demasiada!


*Grand Prix Actual ha subido a su web el artículo.