Siempre hay premio

A tontas y a bobas nos hemos puesto a tiro de piedra del comienzo de todo esto, y lo menciono así, porque, ¡no os lo perdáis!, ayer mismo, a media mañana, discutía que el GP de Bahrein se celebraba el próximo día 19, y no el 12, como sucederá realmente. Bien es verdad que Lucio me miró raro el domingo cuando andaba un poco incendiado por el revolucionario alerón trasero de McLaren y yo le comenté, para calmarle, que en dos semanas Ferrari tenía tiempo de reaccionar.

El próximo sábado veré como me escabullo de mis responsabilidades, que las tengo, porque seguro que me estará esperando detrás de la barra para decirme aquello de: ¡ves como sólo quedaba una! Y es que sí, el domingo pasado quedaba eso, y hoy tres días para que comience todo, y cinco para que asistamos al primer Gran Premio de la sesión 2010, y el asunto me ha pillado con el pie cambiado, con estos pelos como diría aquél, por no afirmar que en calzoncillos, porque para colmo de males me las prometía con espacio suficiente como para hacer un breve repaso a la pretemporada, y va a ser que no, porque apenas tengo tiempo de sacar la cabeza para respirar. Y tal vez sea mejor así, en plan meterse al agua sin tiempo para pensar en qué temperatura tiene.

A lo que iba. Fernando tiene por primera vez en tres años, un coche competitivo que no depende de los límites presupuestarios para sobrevivir, y que salvo que la FIA dicte lo contrario (¿quién sabe?, a pesar del cambio de gobierno sigo sintiendo un nosequé que todavía huele a moho y rancio en cuanto la percibo en el horizonte), se ha desarrollado bajo el amparo de un reglamento que parece bastante nítido, razones suficientes como para entrever que el Nano, después de su aventura en McLaren, puede optar a lo más alto sin demasiados sacrificios, y si el viento resulta favorable, incluso al tercer campeonato que le escamoteó Ron Dennis.

Sí, quedan por ahí tres campeones del mundo (Jenson Button, Lewis Hamilton y Michael Schumacher), un vendabal (Sebastian Vettel), y un correoso compañero (Felipe Massa), tipos todos ellos con quienes se las ha tenido que ver de una u otra manera, y a quienes ha superado cuando ha podido, salvo en el caso conocido del otrora hijo de Anthony Hamilton, quien gozó en 2007 de los comodines del público, del equipo, de la llamada a deshoras, y el del artículo 33, y que ahora nos viene admitiendo que no se portó todo lo bien que debía durante aquel ocaso prematuro con forma de encerrona al que se sometió al entonces vigente campeón del mundo.

Bien está que todo aquello haya terminado. Bien está que el calvario del desierto a lomos de los Renault haya llegado a su fin. Y bien está que aquí estemos todos juntos de nuevo, porque al final del duro camino siempre hay premio, aunque hay quien piensa que el auténtico regalo es transitarlo y vivir para contarlo.