Enemigos

The duellists es una de las primeras realizaciones de Ridley Scott, una película basada en un libro del siempre inquietante Joseph Conrad, fabulosamente resuelta, sea dicho de paso, que describe a la perfección y en una bruma de fotografía incomparable, cómo la imbecilidad humana es capaz de perpetuarse hasta la extenuación. Aunque la copia disponible en DVD no refleja la grandeza de la cinta, recomiendo su visión, con los ojos cerrados (los míos, que hay que explicarlo todo), porque nada como disfrutar de D'Hubert y Feraud dirimiendo sus cuitas con pertinaz ahínco, a sable o a pistola, a lo largo de más de una década de campañas napoleónicas.

Y viene todo este rollo a cuenta de que los llamados antialonsistas (¡joder con el término!), a falta de un Schumacher que llevarse a la boca, o de un Hamilton redivivo que haga las veces de némesis del asturiano, se han abonado a que Felipe Massa será esta temporada el Talón de Aquiles del Nano, y ni por el forro, vamos.

No quiero ir de sobrado, aunque podría, pero cuando Gonzalo Serrano clamaba desde Tele 5 que el brasileño no era un piloto Ferrari y media España le seguía, acuñé aquí mismo lo de Felipe rosso o nada, porque creía a pie juntillas que el paulista encajaba a la perfección en la filosofia de la de Maranello, a resultas de lo cual ya me sabía yo, y los que me leían, que iba a vender cara su piel en aquel épico 2008, porque es una puñetera hormiguita currela, de las que hacen hormiguero, y peligroso como un aguerrido soldado de seis patas y mandíbulas de hierro.

Dicho esto, Felipe, mi Felipe, el de toda la vida, no le llega a la suela del zapato a nuestro vilipendiado ídolo patrio. Vale que sí, que pudo con Kimi golpeándole donde más dolía, y que a punto estuvo de certificar que estaba llamado a conseguir lo que los hados le negaron para dárselo a Lewis, pero nada que ver con la raza del más reciente bicampeón del mundo (que no se me ofenda nadie), que no deja hueco para que le pillen desprevenido después de su aventura en McLaren.

Mi Felipe ha crecido, es innegable, pero tiene ante sí un problema bastante serio: un compañero que aplica su inteligencia a todo o que hace. Nada que ver con Kimi, que aunque era la leche, resultaba pelín previsible. Y es que Fernando se sale de toda norma porque es bastante cabroncete, y antes de mover un dedo ya ha tomado la medida y sabe cuál es la holgura disponible, facultad que demostró el fin de semana pasado, equilibrando su vehículo para la carrera, jugándosela en la calificación aunque no le saliera como pretendía, y apurando en la salida, y es que hay rangos, y galones para repartir, pero Felipe está un peldaño por debajo de Fernando porque Fernando siempre buscará la forma de estar un peldaño por arriba, y es lo que hay, y convendría que los nerviosos se fuesen acostumbrando por evitarse alguna que otra úlcera.

Felipe, mi Felipe, siempre será Feraud en esta película, y Fernando hará de D'Hubert mal que les pese a los agrios. Con razón ha dicho Alonso que él y Massa no son enemigos, sino rivales, y es que aún en los duelos hay clases, y quien no sabe ser auténticamente rosso, puede acabar en nada.