Acostumbrado a que las despedidas de circuitos de F1 se cometan en callejones oscuros y mediante tiros por la espalda, sorprendió gratamente el adiós festivo que dieron Detroit y la IndyCar al trazado Raceway on Belle Isle —el año que viene la ciudad continuará celebrando su Grand Prix, pero lo hará desde el interior de sus calles [New circuit revealed for proposed Detroit GP move].
La carrera en sí estuvo marcada por dos circunstancias clave: el errático comportamiento de los neumáticos blandos y la ausencia prácticamente total de periodos de caution (sólo hubo uno, al final), lo que la convirtió en un escenario donde las luchas se desarrollaron a pleno pulmón y poniendo velas a los santos porque un alto porcentaje del resultado iba a depender del acierto o fracaso de las estrategias.
Quedaba Alexander Rossi, también a dos pasos por garajes, aunque el californiano iba a dos stints rapidísimos y a apostarlo todo a un último relevo más extenso que sus rivales. Casi le sale, y si no fructificó su plan fue porque los que partieron con duros en estrategia alternativa, llegaron a ese tercio final de la carrera con unas gomas en mejor estado. Will Power estaba entre ellos.
Venció el australiano seguido por el bravo Rossi y Scott Dixon ocupando la tercera posición. Cerrando el Top Five, Josef Newgarden obtenía la cuarta plaza y Pato O'Ward se aupaba con la quinta. Palou, muy diluido durante toda la prueba, especialmente en la segunda mitad, conseguía terminar sexto.
Os leo.
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