De vez en cuando no viene mal admitir que la vida no da para lo que uno quisiera y hoy martes, tempranito, toda abordar la décima cita de la NTT IndyCar Series con mucha torería y valor, pues viendo la carrera en Mid-Ohio no la pude ver como habría querido, ni la disfruté al completo sino por parcerlas, ni he podido recurrir al consabido visionarla posteriormente porque quien me las suele grabar anduvo tan liado como yo y, bueno, al final nos resultó más productivo a todos cerrar la jornada cenando tortilla de patatas con pimientos verdes y ensalada, que lamentándonos por haber pasado la tarde transportando, repartiendo y acondicionando en el estudio y la lonja, las cajas con enseres de Las Arenas que trajimos a Gorliz.
Sobre esta película de claros tintes familiares sí podría hacer una crónica, pero no me atrevo a venderos una sobre una carrera que, en definitiva, no seguí ni con la continuidad necesaria ni con el tono mental adecuado ni, evidentemente, con el ánimo narrativo dispuesto, ya que una vez comprobé que la historia se había jodido de mala manera me limité a sobrellevarlo todo con el mejor talante posible.
Por orden inverso de prioridades, destacar también que Patricio O'Ward hizo lo que pudo sobre su Arrow McLaren SP propulsado por Chevy —sólo Newgarden y él consiguieron aparecer con el motor norteamericano en un Top Ten final dominado por los Honda—, con la intención de minimizar daños ante el tramo final del campeonato. El regiomontino concluyó en octava posición, cediendo otros 11 puntos ante Àlex Palou, pero, así y todo, a falta de seis citas se mantiene a cola del español en la tabla general.
Marcus Ericsson acabó en la segunda plaza y Álex firmó la tercera, rubricando así que su liderazgo en la Series no es fruto de ninguna casualidad, sino de una madurez que no me cansaré de alabar sea cual sea el desenlace de esta temporada.
Y eso, que os leo.
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