martes, 23 de julio de 2019

Fiesta de los maniquíes


Puede parecer temprano para hablar de cambio generacional, máxime cuando (supuestamente) Lewis y Sebastian todavía tienen edades mozas como para seguir batiéndose el cuero unos añitos en los circuitos de Dios, pero algo de esto hay cuando Max Verstappen y Charles Leclerc copan la mayoría de titulares, y sus posibles duelos en pista elevan la expectación antes de las carreras y los que al final se concretan nos ponen cardiacos a todos.

Por razones obvias, prefiero hablar de cambio de modelo de explotación por aquello de mantenerme fiel a uno de los puntales de Nürbu: el modelo Hamilton. El otro ha sido siempre la prensa dispuesta a bajarse los pantalones con tal de vendernos las cosas buenas que siempre hemos necesitado. Bueno, al final todo confluía en Ecclestone y en que el negocio precisaba de ser explotado hasta sus últimas consecuencias, incluso poniendo a la venta el escaparate y los maniquíes.

Por no enredarnos, diré que en 2007 se estrenó una modalidad de producto laboratorio que contaba con dos ingredientes fundamentales: chico bueno y a poder ser rápido, y triunfos sin contestación a los que los medios pondrían adjetivos a la velocidad del rayo: ¡parece Senna!, ¡lo tiene todo para batir a Schumacher!, y así.

Con Lewis la cosa falló. Era rapidísimo y un chico bueno porque era británico, negro y de familia humilde (sic), y disponía de un padre dispuesto a todo y de un hermano (Nicolas) aquejado de una discapacidad, cuyas imágenes llegaban a todos los puntos del orbe, pero no tenía un monoplaza avasallador y, lo que era peor, contaba como compañero con un tipo de la vieja guardia. Ganó en 2008, pero de carambola y no, no resultaba un producto exportable.

Con Sebastian Vettel se agudizó el ingenio y el sistema funcionó. El alemán también era rapidísimo y chico bueno de familia humilde aunque su padre salía muchísimo menos en televisión. Encendía el primero las luces del garaje y las apagaba el último, curraba como un demonio, el Kaiser había puesto sus ojos en él, etcétera, etcétera, etcétera, y tenía un coche dominante y un compañero al que resultaba muy fácil encontrar las vueltas...

Y bien, este tipo de producto laboratorio no ha contenido la bajada de audiencias ni ha convencido al personal más allá de los que están siempre predispuestos a convencerse con cualquier chuminada. Hamilton iba creciendo a la vieja usanza, a base de leñazos, y en cuanto ha tenido un coche dominante no ha dejado títere con cabeza y ahora empieza a ser lesivo para el negocio como Schumacher a partir de 2002. Y Vettel, pues bueno, el de Heppenheim está demostrando en la actualidad que le habrían venido bien unas cuantas temporadas forjándose en la montonera como los auténticos héroes del automovilismo y tampoco vale (demasiado).

Y aquí quería llegar yo, porque tanto Max como Charles gozan de grandeza natural y no huelen a artificial, lo que nos pone en que tiene al público enamorado y dividido. Y, claro está, en cuanto existe la más mínima posibilidad de verlos enfrentados sobre el asfalto, la gente se pone como se pone y esto sí que es bueno para el negocio porque siempre hay promesa de duelo, de pelea, en una palabra: de espectáculo...

Os leo.

5 comentarios:

Elín Fernández dijo...

Saludos, José.
Aunque Verstappen es natural y todo, hay una laboratorio como el que describes. La de la botella verde ha puesto mucho dinero en ese proyecto.

matador dijo...

Bienvenido de vuelta, Maestro. Se te echaba de menos por este tu blog!

Muy buena entrada, sí señor.

Es cierto que a Leclerc y a Versttapen se les ve menos el cartón que a Vettel, aunque tampoco era difícil. No sé si comparar tiempos pasados es siempre lo mejor, pero, desde luego, ayuda a sacar conclusiones. Para mí, la mejor época de la F1 fue aquella en la que coincidieron con posibilidades de ganar carreras Piquet, Mansell, Senna y Prost. En aquella foto mítica se mezclaban la espectacularidad y el coraje con la efectividad y la inteligencia en carrera.

Tanto Charles como Max tienen todas las posibilidades para comerse el mundo, una vez que Lewis esté amortizado (que no tardará). Pero si a la espectacularidad de los dos futuros gallos pudiéramos sumar en otro coche competitivo un piloto que pudiera correr con la calculadora y sin aspavientos, podríamos hacer una ecuación mucho más apetecible para el público.

Tengo un candidato para ese tipo de piloto que, a la chita callando, podría cosechar podios y puntos como para disputarles un campeonato, viste de naranja y lleva el nº 55.

Salu2!

Anónimo dijo...

Leclerc no es el hombre que besa las curvas y los muros de Baku, y los de Monaco y los de Montmelo y los de Hockenheim??? Espera,creo que es ese,el mismo que está a más de 20 puntos de su compañero de equipo más hecho polvo del mundo.Y Verstappen???El que trompea el otro día o echa a rivales de la pista sin que le pase nada???Como los Alonso,Kubica,Schumacher,Kimi,Button,
Montoya no hay nada.Vettel y Hamilton son productos,rapidisimos de la muerte y lo que quieras pero Leclerc y Verstapen también son marketing (Leclerc no ha bregado para llegar a Ferrari).La mejor época ya pasó y es la que va de 2003 a 2011.El resto es pura patraña y por mucho empeño que le pongas no encontrarás a pilotos como los mencionados por cojones y categoría .La F1 es una mentira.

Tadeo dijo...

Muy bueno Jose, la prueba la tienes arriba👆

Elín Fernández dijo...

Jajajaja, Tadeo. Apareció Anómalo, digo, Anónimo, en cuanto critican a el ídolo.