Con el ruido de fondo provocado por las quejas de Milton Keynes al respecto de que con este tipo de propulsores la Fórmula 1 no va a ninguna parte, en lo tocante a McLaren-Honda tenemos que darnos con un canto en los dientes porque el Gran Premio de España ha colmado las expectativas que habíamos depositado en él desde esta miseria de blog.
Comprendo que no sea suficiente, pero miradlo por el lado bueno: mientras en otros sitios van de agonía a milagro y vuelta a la casilla de salida, al menos aquí pretendemos ir pisando sobre firme sin pedir peras al olmo, lo que nos evita más de un dolor de cabeza y la correspondiente aspirina.
En fin, lo habíamos dejado en que una vez pillada Mercedes-Benz el 30 de abril (con vuestro permiso, otro día me extiendo sobre este particular), Honda y McLaren, McLaren y Honda, que en esto van como Isabel y Fernando, en buena lógica deberían tener como horizonte para Montmeló terminar la carrera y darnos una alegría para lo que viene siendo la entente anglo-japonesa esta temporada.
Y lo cierto es que el subidón se nos metió en vena el mismo sábado, cuando Fernando fue capaz de conseguir un séptimo puesto en clasificación —no es por nada, pero el MCL32 del asturiano se puso inmediatamente a cola de los dos Mercedes AMG, los dos Ferrari y los dos Red Bull—, aunque el domingo, lo importante era ver la bandera a cuadros y a pesar de mi Felipe, el plan de trabajo se culminó en el caso de Alonso mientras a Vandoorne empezaba a caerle la del pulpo de forma tan impertinente como idiota.
Sobre el belga me extenderé esta misma semana aunque no puedo prometeros que lo haga aquí, que a lo mejor lo vuelco en MomentoGP, Graining o Motor Point; pero cae fijo, os lo aseguro.
Y es que con la premura de tiempo que aprieta a los de Woking y Sakura, lo normal es que en Barcelona se diversificaran los planes en aras de conseguir un mayor volumen de datos —como por otro lado, intuyo que se lleva haciendo desde Melbourne—. Vamos, que hacer comparaciones ahora entre los dos pilotos resulta bastante inocente y pagafantero...
El viernes empezaba mal, de la peor manera posible, para qué negarlo. El Nano rompía para delicia de los pedreroles, pero Honda había traído respuesto, y éste es un dato importante, ya que no se trataba de una unidad de potencia cualquiera, se trataba de una mejorada, concretamente de la que ayudó al de Oviedo a calzarse el sábado la séptima plaza y le permitió terminar la prueba al día siguiente.
Como en los chistes de don Miguel Gila, alguien sabía el viernes que alguien iba a romper para irse luego a jugar al paddle, y previó con antelación que si se metía caña de la buena a la vieja UP (dos carreras y media dicen que tenía a sus espaldas), se aprendía algo sobres los límites y puesto que había recambio, pues como que miel sobre hojuelas. Punto para Honda, pero no por esto sólo, sino porque su jugada animó a McLaren a traer desde Woking un suelo evolucionado que llegó a Montmeló sin haber terminado la jornada.
No sé cómo va el tema de los divorcios, la verdad, pero para ser un matrimonio plagado de desencuentros, que dicen lo expertos, la británica y la japonesa jugaron muy bien en equipo, como se rubricó en clasificación...
Pero a lo que vamos. Hubo alegría y se terminó la prueba, como pronostiqué, así que para Mónaco queda el último trecho de incertidumbre.
A Jenson Button, sustituto de Fernando porque éste disputa la centuagésima primera edición de las 500 Millas de Indianápolis, le importa un pimiento desde qué lugar sale en parrilla, igual que le importa a Stoffel después de la que le ha endilgado la FIA en España por vérselas con el gilipollas de mi Felipe en Montmeló. Lo que nos pone en que Montecarlo supone el escenario más ideal de la muerte para seguir implementando novedades y, en su caso, acumular algunas sanciones. ¿Más se perdió en Cuba? ¿No?
Bueno, con el objetivo puesto en Canadá, espero y deseo que el Informe de daños correspondiente a Mónaco sea tan facilito como éste. Y es que a lo peor Red Bull ha comenzado a quejarse porque ve la película desde nuestro mismo lado, o porque lee Nürbu... ¿quién puede saberlo?
Os leo.
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