Navegamos por los procelosos mares de mitad de semana y debemos saludar que en McLaren y en Honda, hayan sintonizado por fin con esa idea tan peregrina de que se han equivocado en sus estimaciones; tan monárquica como un lo siento, no volverá a suceder; tan hipnótica que ha tardado nada en calar hondo —de profundidad, se sobrentiende, que no está el pato para bromas—, en los desesperanzados corazones de quienes ya lo daban todo por perdido allá como en el mes abril que le robaron al hombre gris de Sabina.
Ni os cuento cómo andan de venidos arriba con todo esto los que no creían a Button, Boullier, Alonso, Dennis y Arai, y ahora les creen. Las piezas por fin encajan y podemos irnos a la cama con Cleo, Teté, Maripí, Pelusín, Coletitas y Cuquín...
Nico, sí, Nico. Hoy quería hablar del hijo de Keke y de esa disfunción cósmica que parece aquejarle porque tiene a tiro a Lewis y no remata.
Y es que la cosa de las cuatro ruedas viene a ser en muchos de sus aspectos, como eso otro del balón: que va por rachas y cuando el nueve viene aojado, su horizonte son piernas del contrario, palos, largero y suerte y manos del goalkeeper. Aunque pasa, siempre pasa, y llegan después bonitos tiempos en que la pelota vuelve a obedecer el pie que la manda entrar como una saeta envenenada por la escuadra o lamiendo cualquier cepa de la portería. Pero el problema que tengo con Rosberg es que ya no me lo creo. No es que no me crea lo que hace, sino que no le creo a él como piloto.
A mí también se me pasará, seguro, pero os juro que de momento no le veo plantando cara a un Hamilton que incluso fallando se muestra muy por encima de él. Al parecer, en Spa-Francorchamps hubo razones para su desamparo. El neumático que rompió el viernes pudo volverlo más cauteloso. La amonestación de Charlie por sacar las cuatro ruedas de la pista, pudo atemperar sus ganas de cara al domingo. Pero un Rosberg tiene que saber sobreponerse a eso, ya me entendéis.
Le vi ganar en China 2010, creía en él mientras a duras penas hacía de segundo de Michael. Pero Lewis le está pudiendo en lo psicológico. Añoro aquella carga de malicia que mostró en Mónaco 2014 y sus ganas en Bélgica del mismo año. Un 2 de estas características tiene que saber cuándo debe afrontar comportarse como el 1 del equipo, y esta temporada se le está pasando a Nico como el arroz, hasta el punto de que a veces parece que sigue en pretemporada, probando salidas, probando configuraciones, tentando la suerte pero desde lejos, sin asumir riesgos, como si escupir a la cara a Hamilton le produjera pánico, como si no se creyera que lleva un W06 debajo del culo.
Ya os digo que se me pasará. Fijo que yo también sufro de mala racha. Pero ¡maldito portero!
Os leo.
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