martes, 25 de agosto de 2015

El casco no es suficiente


A estas horas todo el mundo sabe que ha fallecido Justin Wilson debido a un accidente que lo miremos como lo miremos, no deja de ser una fatal circuntancia totalmente imprevisble.

No recordaba el paso de Wilson por la Fórmula 1. Lo siento, es así y por mucho que haya un exagerado empeño en que los aficionados nos volvamos unos frikis de manual por no decir de otra cosa, uno, yo en este caso, en aquella época tenía la cabeza ocupada en otras cosas. Tampoco estoy muy ducho en el motorsport americano, así que haceros cuenta... Sea como fuere, descubrí este aspecto de su historia profesional ayer al mediodía, horas antes de que Charly Barazal le dedicara en nombre de todos los integrantes del programa SafetyCast, unas sentidas palabras en las que le deseaba una pronta recuperación que por el desenlace posterior, se ve que no ha sido posible.

Hoy me ha aplastado la noticia de su muerte alrededor de las seis. Imaginas que la parca tendría que visitar el deporte de forma majestuosa, pero es tan hijadeputa y rastrera que no repara en gastos a la hora de arruinar sus últimos instantes sobre la Tierra a nuestros héroes.

De 2008 a 2010, y posteriormente también aunque en aquella etapa con mayor ahínco, me he molestado en escribir con fruición sobre la seguridad en las carreras, en vez de hacer más amigos de los que puede aguantar mi ego. Fruto de aquel interés, David Plaza me invitó a participar en Gran Prix Actual con un artículo de opinión [Riesgo, peligro y espectáculo], cuyo contenido sigue estando vigente ya que la Fórmula 1 continúa buscando el espectáculo sin encontrarlo, mientras vicia el sentido de la competición en base a una serie de medidas de seguridad, que a la postre siguen chocando con el mismo muro de siempre.

La actividad persevera en parecer más fácil y sencillota pero el peligro sigue estando ahí, a la vuelta de cualquier esquina, sin embargo, el riesgo apenas se nota salvo cuando ocurre un suceso idiota como el que se ha llevado por delante a Justin.

Es para pensárselo. Los accidentes de Kubica en 2007 y Checo en 2011, fueron lo suficientemente espectaculares, valga el término, como para recordar al respetable que los pilotos se juegan la vida en motorsport incluso yendo protegidos como nadie habría imaginado hace tan sólo una década.

Vivíamos felices recordando que Ayrton era nuestra última víctima, pero Henry Surtees supuso un severo aldabonazo aunque su percance ocurriera en F2. Un neumático perdido en otro incidente golpeó su casco, y el chaval de John no pudo contarlo. Tiempo después, a Massa, a mi Felipe, un muelle volador estuvo a punto de abrirle la cabeza tras el impacto con la zona más frágil de un morrión que podría soportar el paso de un M1 Abrams pero que ahí, en la zona del visor, precisamente ahí, no pudo impedir que el conductor sufriera daños considerables. María no tuvo tanta suerte en Duxford, y Jules se encontró con que su cuello, cerebro, y la base de su cráneo, iban a ser los que no podían aguantar el trallazo de un impacto contra una grúa. Ahora Wilson...

El casco no es suficiente, es la parte más delicada de ese esquema perfecto que dice rotundamente no, pero tiene una puerta abierta para que se metan por ella esas idioteces que se llevan a los nuestros para siempre.

La cúpula es la solución pero nos mostramos renuentes a perder nuestras raíces en este aspecto, cuando hemos perdido infinitamente más en otros y para colmo nos hemos acostumbrado a las novedades sin apenas levantar la voz ni oponer resistencia.

El piloto de Fórmula 1 es el eje de la disciplina mal que nos pese. Hay que protegerlo de esas balas que cada vez pasan más y más cerca, y si para ello debemos cambiar de forma de pensamiento, cambiemos con tal de no volver a pasar un mal trago como el de hoy. 

Un monoplaza con cúpula puede quedar incluso tan agresivo y electrizante como el que diseñó Daniel Simon y decora la cabecera de esta entrada. Vettel, Hamilton, o Raikkonen y Alonso, correrían solos en su interior, igual que ahora. Nada cambiaría salvo lo que ya se transformó en F1 cuando el motor pasó a estar en la parte de atrás del vehículo, o cuando aparecieron los alerones o los neumáticos voluminosos, o los pontones que albergaban alas invertidas, o la nueva configuración propiciada por los reglamentos más recientes... Es cuestión de acostumbrarse. Es estética, punto.

Os leo.

1 comentario:

Aficionando dijo...

A mí tampoco me sonaba Wilson, la verdad.
La única pega que le veo a cerrar el monoplaza es la extraccion del piloto. Aunque no parece que ese sea un problema en LeMans.
Aficionando