Mi padre, responsable último de que en agosto de 2007 inciara este blog, me enseñó en su último recorrido por este mundo más cosas de las que había compartido conmigo en los años en que convivimos. Ambos habíamos bajado la guardia, es cierto. Me necesitaba y yo entendí más que nunca que debía corresponderle, y bajo el paraguas de ese pequeño milagro doméstico, los dos nos encontramos como jamás habíamos hecho antes.
Tardé lo mío en asimilar que al cerrarle los ojos decía adiós a un amigo que por azares de la vida no había podido serlo, aunque a decir verdad, hoy que por diferentes azares le extraño, recuerdo que hubo instantes en nuestras respectivas vidas en los que incluso ejercimos de colegas. Él, fumando cuando no debía aquellos cigarrillos que tenía prohibidos; yo, cubriéndole irresponsablemente las espaldas ante los jueces divinos y humanos. Julián, más náufrago aún que yo, metabolizando hasta el último suspiro sus ganas de soñar; el segundo de sus tres vástagos, saldando una y otra vez sus sueños...
Murió un 24 de marzo de 2008 pero había entregado la cuchara, como le gustaba decir, en Navidades del año anterior. Aguantó lo indecible hasta poder ver a mi hermana. Firmó aquella promesa un 25 de diciembre de 2007 al despertar en el box de urgencias tras haber sido ingresado al filo de la Nochebuena sin prácticamente tensión arterial. ¿Cuándo viene Matildita? Fue una noche dura de las muchas que jugamos al papel y tijera juntos. Se iba, yo lo sabía y él también, pero decidimos que la cosa podía esperar, esperar a firmar las paces con el pasado, a hacer regalos de Navidad en marzo, a aguantar como jabatos, a suturar de una vez por todas esas heridas que nos quedan con el tiempo, en definitiva, a morir cuando uno quiere y no cuando le toca.
Él era un firme creyente y yo sigo siendo un firme descreído, pero aquel día de Natividad me acerqué a la capilla del Hospital de Cruces para pedirle al pater que le diera la comunión. En el breve trayecto de retorno a la habitación, aquel hombre con alzacuellos que me ganaba en corpulencia, edad y en sabiduría, charlando sobre lo divino y humano compartió conmigo que en el fondo somos nada y somos todo...
Nada y todo. Desde aquel momento he pensado mucho en estos dos conceptos en apariencia antagónicos que definen la esencia de los seres humanos y un sinfín de cosas más. Todo y nada, nada y todo, un secreto a voces al que cabe acercarse con la mente abierta salvo que queramos correr el riesgo de caer en la trampa de no entender absolutamente nada.
Termino. Este blog que surgió de un encuentro con la vida en sus peores momentos, va de Fórmula 1 y a ella me voy a remitir y dedicarle unas líneas, faltaría más, siquiera para explorar la posibilidad de que con tanta tontuna como nos ha entrado con la aerodinámica y sus bondades, a lo peor nos hemos olvidado de que el deporte es infinitamente más sencillo de lo que nos cuentan, y que como ocurre en la Copa del América, la cosa de ir más rápido que nadie se reduce a utilizar todos los ardides posibles para esperar a mi hermana, anulando en la práctica el rozamiento de superficie y haciendo que un barco se convierta por ventura de la técnica y la tecnología, en un avión que sobrevuela el agua a una velocidad que los viejos yates plagados de velas jamás imaginaron.
Podría ser. Sería bello que lo fuera. En todo caso y como siempre, os leo.
3 comentarios:
Me recuerdas la historia de mi padre y yo, tampoco está en este plano ya, pero con sus virtudes y defectos han sabido transmitir sabiduría, espontaneidad y sobre todo cariño por eso le recuerdas así, yo también le defendí, un abrazo!!!
Silvo, gracias ;)
Jose
El fin de la temporada ha llevado a que haya dejado un tiempo tu blog. Hoy, de vacaciones y con la familia al lado, tengo que decirte Jose -tocayo hasta en el acento-, que me has hecho saltar unas lágrimas por mi otro tocayo, que se fué hace dos inviernos. Feliz año.
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