No es por nada, pero estamos terminando esta temporada como el monoplaza de Webber en Corea, quemados y en la cuneta. Mal síntoma en todo caso, o mejor dicho, un síntoma explícito de lo mal que van las cosas en manos de ese hombre que se autoproclama imprescindible mientras es juzgado por untar a quien se le ponga delante con tal de conseguir lo que pretende.
Pero Bernie no es el único culpable, admitámoslo. Cualquiera entiende que para que las cosas hayan llegado tan lejos hace falta un séquito abundante de costaleros y rebañaculos (disculpadme la expresión), que hayan hecho posible el milagro, porque si no, sin colaboradores interesadamente necesarios, nada de lo que está sucediendo resultaría mínimamente comprensible.
Hoy os voy a dejar tranquilos con el asunto de Pirelli, esa empresa que llegó a la Fórmula 1 para sustituir a una insoportable Bridgestone que no ofrecía espectáculo pero que amenaza con neumáticos para una sola parada de cara al año que viene, porque quiero reflexionar sobre la caída en picado que ha sufrido nuestro deporte como lugar donde proyectar una imagen de negocio en el que se supone debería primar la excelencia.
Si existiera una agencia de calificación para todo esto, doy por seguro que hace tiempo habría otorgado a la F1 el valor de bono basura. Los gastos son elevados; el retorno no está asegurado; los personalismos interfieren en la consecución de las expectativas; los alicientes se desgastan conforme van pasando los campeonatos; los resultados no convencen porque hay constancia de que los balances están amañados; y lo más grave, el futuro está impregnado de elevadas dosis de improvisación.
¿Quién estaría tan loco de invertir aquí? Pues eso mismo, El Circo adolece de fatiga económica y deportiva porque ha perdido crédito, de manera que ahora mismo está resultando sumamente atractivo sólo para aquellos que pretenden una recuperación rápida de sus inversiones, ya que el dinero es temblón por naturaleza y no asume riesgos a medio o largo plazo salvo que el premio final lo merezca. Y es que no hay premio porque no hay garantías. Hoy se promete contener el gasto y mañana si te he visto no me acuerdo. Hoy se abre la puerta a empresas pequeñas y mañana se las asfixia en un cuartucho. Hoy se promete espectáculo y mañana el share cae en picado, y las gradas se vacían y los aficionados comienzan a dar la espalda a un fenómeno que a duras penas se sostiene sobre una tradición que por manoseada ad nauseam, lleva décadas dilapidando su sentido legítimo.
Los récords caen con rapidez vertiginosa y el deporte pierde entidad porque ha dejado de parecer arriesgado. Todo es distinto aunque se empeña en parecer igual a cuando auténticos héroes devoraban el asfalto. La casquería gana por goleada al filete de ternera y el olor que desprende la cocina ha llegado definitivamente al comedor. Bernie se proclama imprescindible pero ha comenzado a cantar sus miserias y las de sus secuaces ante el juez, mientras la temporada 2013 aburre incluso a los rebaños de ovejas… Y la FIA, ¡ay la FIA! La federación deportiva, en vez de desmarcarse de esa cultura tan suya que señaló Ari Vatanen en su carrera fallida por la presidencia, se empeña año tras año en sustantivarse como una marioneta que sólo atiende a sus propios intereses y por ende, a los de aquel que maneja con mano senil sus hilos.
A veces pienso en lo bien que nos vendría una figura como la del Papa Francisco en la Plaza de la Concordia, un tipo cabal que además de hacer praxis de sus ideas con suma coherencia —independientemente de que estemos de acuerdo con ellas o no—, planteara la profiláctica posibilidad de una auditoría externa para erradicar toda sombra de duda y devolver así al negocio, la salud que jamás debería haber perdido.
La Fórmula 1 actualmente vale poco. Por ejemplo, Infinity, patrocinador de Red Bull, no ve con buenos ojos que siempre gane Vettel. Es un síntoma, uno de tantos, otro más, sin duda.
Os leo.
2 comentarios:
Buenos días, Josetxu. Aunque soy un agnóstico de toda la vida, siempre me han atraido los tejemanejes de cualquier poder, y no me queda más remedio que traer a cuento de tu entrada un párrafo tan curioso que se puede aplicar a muchas cosas, entre ellas a "nuestra" F1. Es para leer despacio, releer y luego empezar a poner nombres e imágenes formuleras a todo lo que dice:
" ...la codicia insaciable es una idolatría, el amor al dinero es la raíz de todos los males y que el afán de de tener, de poder,e incluso de saber desvían al hombre de Dios. (...)El ídolo es un señuelo, pues desvía al hombre de la realidad para encadenarlo al reino de la apariencia. Pero, ¿no es esta una tentación propia de nuestra época?".
Tan sabias palabras, que tienen una aplicación absoluta a lo que nos depara la F1 actual (y por lo visto, casi todo lo relacionado con el poder y el dinero)es parte de un discurso que el "conservador" Papa Benedicto XVI realizó en una visita a Francia en septiembre de 2008. Idolatría, poder, tener, saber, apariencia...¿a qué te suena...?
(Más info en un librillo muy recomendable para saber cómo se las gasta la curia: "Los cuervos del Vaticano" de Eric Frattini).
La cocacola tendría que patrocinar a Ferrari...
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