La presencia del Delta Wing en la edición de este año de las 24 Horas de Le Mans, me suponía un aliciente extra en una carrera ya de por sí repleta de novedosos o revolucionarios ingredientes, como la tecnología híbrida, por ejemplo, porque el trastillo me parece hermoso en su concepto y porque además, llegaba a la gran cita de la resistencia como invitado con derecho a participar como eso, como invitado, de manera que le endosaron el dorsal número 0, le pusieron un listón aceptable a la hora de calificar (4,45 minutos, creo recordar), y tras salvarlo con un pequeño margen, el sábado a las 15:00 partía desde su vigesimonono puesto en la parrilla con el resto de contrincantes.
Su aventura sin embargo duró poco para desencanto de los muchos aficionados que lo habíamos puesto en nuestro particular punto de mira, aunque el tiempo que se mantuvo en pista resultó suficiente como para que pudiéramos observar que se desenvolvía bastante bien a pesar de sus carencias, porque el Delta Wing fue diseñado originariamente como propuesta de vehículo para la Indy Series americana, que como sabemos se disputa fundamentalmente sobre óvalos y que por tanto no requiere de un tren delantero articulado para girar digamos que a la manera convencional, ya que en este tipo de circuitos los cambios de dirección son más suaves y se abordan con mayor antelación que en otros campeonatos.
A resultas de todo esto, el Delta Wing parece una flecha porque en realidad lo es, ofreciendo un tren anterior muy estrecho que en origen dejaba la parte superior de las ruedas delanteras al descubierto, pero que en las 24 Horas se mostraba carenado. Atrás, lógicamente, el coche se adapta a las generosas dimensiones que requiere todo tren trasero en un vehículo de competición.
En líneas generales el DW es un coche que no necesita alerones porque ya funciona como tal gracias a una elaborada aerodinámica que si bien arriba resulta muy atractiva y limpia, abajo, en la parte que no se ve, genera tanta carga como para que se sujete al suelo tanto en recta como en territorio virado, siempre que éste no sea como el escenario sinuoso propuesto en Le Mans. Y es que aquí es donde se vieron sus auténticas debilidades, y donde sus pilotos, Fanchitti, Krumm y Motoyama, se dejaron lo que no tenían a la hora de gobernarlo, sobre todo en las difíciles enlazadas Porsche.
De todas formas, la experiencia de verlo sobre el asfalto peleando con vehículos como el Toyota TS030, los Audi R18, e-tron y Ultra, o los Rebellion, o con cualquiera de los representantes de la categoría LMP2, es de las que se te quedan grabadas en la retina.
Pequeño en el más amplio sentido de la palabra, propulsado por un motor Nissan de 1.6 litros que rendía alrededor de 300 c.v. (la japonesa lo apadrinaba), con un consumo bajísimo gracias a un peso liviano hasta decir basta, el Delta Wing supuso una agradable sorpresa, el verso libre que hizo aún más inolvidable si cabe estas últimas 24 Horas de Le Mans que todavía no soy capaz de quitarme de la cabeza.
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