miércoles, 13 de junio de 2012

Alberto se aburre


Siempre que el presente nos defrauda echamos la vista atrás por ver si allí queda algo de lo que esperábamos encontrar y no hemos visto ni asomar el pelo. Y allí suele haber más o menos lo mismo que aquí: moho, polvo a manta, asuntos que prometían pero que fueron abandonados, intentonas, buenas y malas intenciones, gafas de culo de vaso con los cristales rotos, documentos remendados a base de corta y pega, manos negras, manos blancas, disparates de todos los colores, meteduras de pata, brillo de navajas, y un largo etcétera de cosas que si no son idénticas a las que soportamos, se parecen demasiado.

La verdad es que puestos a buscar anomalías que hacen época no hay que ir muy lejos: al cabo de inciarse todo esto que conocemos como F1, incluso hubo años en los que corrieron coches de F2 en la máxima categoría. Bueno, también es verdad que corrían F2 porque aquello era realmente F2…

A poco que rasquemos el velo de romanticismo con el que ha quedado barnizada nuestra tradición deportiva, más tarde o más temprano acabaremos por encontar a tipos como Mosley o como cualquiera de sus secuaces, o como Charlie y su banda de tunos, o señores estirados como Dennis. O gentecilla como todos ellos juntos, o gentuza que ni imaginamos; con nombres diferentes, o con los mismos pero en puestos distintos, porque si algo define a la F1 es que no parece quedar afectada por el paso del tiempo, ya que siempre está rodeada de la misma cochambre.

Algunos nos quejamos de lo que hay, yo el primero, y cabría preguntarse cuál es la razón de las quejas si el cotarro viene a seguir siendo más o menos el mismo… Pues sí, la verdad, aunque yo diría que las actitudes, porque en épocas pasadas estaba meridianamente claro quién hacía de bueno y quién de malo, en una palabra, quién jugaba en cada bando.

Los patrones, hasta hace nada, por ejemplo, eran hijoputas así se llamaran Enzo Ferrari. Cuando yo comencé a mediados de los 70 del siglo pasado, sólo se libraban de tamaño apelativo Ken Tyrrell y Teddy Mayer, incluso Colin Chapman, a pesar de llevar sobre su cabeza la corona de genio, no pasaba el corte. El resto formaban parte de la vil plana mayor a la que se enfrentaban los héroes carrera sí y carrera también. En aquellos años, la Federación era como un Ministerio de Trabajo, que está ahí pero no sirve para nada mientras la patronal y los sindicatos se cuecen la cara a boinazos, aunque termina siempre dando la razón a la primera.

Entre los pilotos también había reparto de papeles. Los había héroes majos y requetemajos, y héroes cabrones a tiempo completo. Ni los mecánicos e ingenieros se salvaban, los había que podían resultar pasables y los que iban en pantalones cortos y gorra de pescar…

El mundo era el mismo, pero parecía otro. Los coches casi se podían tocar, un Cosworth no era el mismo en un Wolf que en un Lotus, los neumáticos eran redondos y servían para rodar. No había radio y los pilotos se apañaban como podían, decidiendo en pista, como auténticos deportistas de pelo en pecho. Fumaban, se rascaban el culo y nadie ponía el grito en el cielo porque parecían seres humanos tocados por una varita mágica en cuanto cogían un volante.

Ahora la F1 es muy parecida a aquella otra, sí, pero lo malo es que quiere parecer diferente a base de toneladas de Viagra y silicona. Todo muy limpio, todo muy políticamente correcto, todo en su sitio, todo perfectamente diseñado pero carente de feeling, como si hubiese perdido definitivamente el espíritu. Así tenemos coches que no se rompen, garajes inaccesibles, mecánicos ataviados para desfilar en una pasarela, adelantamientos artificiales, gomas que suplen el rendimiento de los motores, propulsores capados que necesitan del KERS para sacar pecho, pilotos que venderían su alma al diablo por correr en otras épocas, y aficionados que apoquinarían lo que hiciese falta por poder verlo. Yo soy uno de ellos.

Hace poco Casey Stoner anunciaba su retirada del mundial de motociclismo argumentando que se aburre. Honestamente creo que incluso Alberto Ascari se aburriría hoy en la F1.


3 comentarios:

GRING dijo...

Pleno al quince, Orroe. Nuestra memoria recupera el pasado y lo limpia, dora y da esplendor para que nos parezca mejor que el presente. El eterno mito que nos ayuda a seguir hacia adelante mientras buscamos lo maravilloso del árbol originario.Pero el pasado siempre ha sido peor que el presente. Mi padre siempre se queja de las carreteras que tenemos ahora en España...aunque ahora tardamos 2 horas en hacer el mismo camino que hace 35 años nos costaba la friolera de 6 horas.Tú lo sabes bien: En este mundo plástico el diseño, la imagen, sirven para esconder el espíritu, en vez de para resaltarlo.Para quien no la conozca, "Plástico" de Rubén Blades, una metáfora de nuestra época.Saludos

J-CAR dijo...

XDDDDDD
http://www.youtube.com/watch?v=N_WoMizhIoo
¡Que pasada! Estuvimos a dos metros en el Conde Duque. ¡Que buenos tiempos! Rubén Blades, Dulce Pontes, Omara Portuondo, Lila Downs, María Dolores Pradera, Richard Bonna...
Bueno. Estos tiempos no son peores. El domingo Bruce...
¡Saludos! Y ¡Buscad la Belleza, es lo único que merece la pena...! ;-)

Felix Muelas dijo...

Mira que ir a citar a Ascari en un artículo inspirado por Nietzsche…
Hablando de “cabrones a tiempo completo” a mi me viene siempre la imagen de Farina, y reconozcamos que, mirando a los protagonistas de las diversas épocas de los últimos ciento y pico años, lo que vemos es un reflejo de lo que hay. Bien traido el artículo, Jose.