País de mierda

Discúlpenme ustedes que me haya pertrechado de la guisa con que se me ve más arriba, para entrar a saco en el corazón del cieno convenientemente protegido, pero es que hombre cauto vale por dos y llevo esa lección aprendida desde bien temprano.

No me pregunten. Ando como lobo hambriento husmeando qué meterme a la boca en mitad de la invernal estepa, algo perezrrevertiano buscando las vueltas a todo, y aunque admito que don Arturo me cansa con sus continuas tensiones de cuerda, bien vale que de vez en cuando uno se ponga a emularlo sacando sin mirar dos veces la toledana, para esgrimirla gritando que no queda más remedio que batirse en duelo.

Pedro consume sus últimos días en HRT, ¿y qué? Jaime ha fichado por BBC renunciando a su proclamado amor eterno hacia Red Bull mientras encuentra asiento, ¿y qué? María de Villota ha comprado el tercer asiento de Marussia, desdiciéndose de la compra de un puesto en Lotus, ¿y qué? 

¿Y qué? Que en este país de mierda acostumbrado a que en nuestros deportes uno entre mil sacara la cabeza para mostrarla ahí afuera, no se asimila que dejamos de serlo hace tiempo y que hoy tenemos por fortuna dónde elegir y en qué piloto diferir, porque la calidad que aprieta es en apariencia sustancialmente mejor que la que ha encontrado hueco, y porque hay abundancia de suplentes que están pidiendo a gritos que alguien les saque del banquillo para poder demostrar sobre el asfalto lo que vale un peine español.

Y lo peor de todo es que en vez de cerrar filas alrededor de los pocos que sobreviven en un mundo repleto de tiburones iguales o mucho peores, en este país mediocre de cojones para estas cosas, hay quien persevera en ser más cainita que nadie, no sea que se nos vea el culero que enseñan con tanta gracia y salero los franceses o los británicos, o los alemanes.

Hemos perdido la inocencia y todos hemos contribuido, los que profetizaban el fin de los tiempos tras la retirada de Fernando y los que seguimos porfiando en un futuro más o menos perfecto, los que luchaban y luchan todavía en las categorías inferiores, en las medias y en las superiores, y los aficionados que pusieron su ojos en los que están llegando a los últimos peldaños de la escalera, y aún los patrocinadores que se están sumando al tsunami poniendo las pelas, y por descontado los que vendrán detrás sin que les importe un pimiento si Jaime era un buen DJ o María estaría mejor remendando los calcetines de su padre (lo siento, aunque machista de narices, tenía que decirlo).

Deberíamos felicitarnos y dejarnos de tirar tanta piedra, aunque en cierto modo es comprensible porque lo que está ocurriendo nos sobrepasa y respondemos a ello como una pandilla de idiotas que no ha entendido que se acabó el conformarse con el vagón de cola porque en realidad estamos en el de clase turista, y con visos de afianzar algunas plazas en el VIP.

Esto es bueno, lo mejor que nos podría pasar. Que Jaime se promocione en un año que borró de su mapa Helmut Marko, está bien porque puede conseguir el dinero que le siente en un vehículo el año que viene. Que Pedro lidere un equipo menguado de narices, está bien porque supone que tenemos experiencia suficiente como para aplicarla en un proyecto que aspira a proyectarse en el futuro. Que María haya conseguido lo que no consiguieron otros, aunque sea a base de pelas, está bien porque supone que el deporte español comienza a disponer de apoyos...

Que nosotros nos enfanguemos en guerras de trincheras a cuenta de quién se lo merece o no, incluso también está bien, porque viene a significar que hay cantera sobre la que discutir y que los aficionados tenemos el morro fino y cultivado, que hay criterio, que hay futuro mientras perseveremos. Y si hay que batirse, nos batiremos, pero por favor, no perdamos la perspectiva, porque si bajamos la guardia seguro que nos vuelven a sacar en los guiñoles gabachos, aunque esta vez por pardillos.