Inquietante [Singapur]

Webber hace un par de días, hoy Fernando… ¡algo tendrá el domador de hienas, que desconocemos!

No esperéis que desgrane la carrera o la analice, porque no sería sincero si dijera que la he visto. He asitidido a ella, sí, pero no con la suficiente claridad de ideas como para permitirme hablar de lo que ha ocurrido con un mínimo de objetividad, si es que la objetividad existe, cosa que dudo, y es que desde que el semáforo se ha iluminado en verde, sólo he tenido ojos para el coche número 7 y el hombre que lo conducía.

El ornitorrinco pita porque lo conduce un tipo que no se merece esta patria de patanes y envidiosos en la que vivimos, y que lo ha llevado hoy como sólo un grande sabe hacerlo: sacándole las entrañas cuando ya no hay de dónde rascar.

Dicho esto, la carrera ha sido una muestra más de lo imbécil que resulta meter bólidos en una ratonera buscando un espectáculo que se reduce a apostar sobre cuándo la diosa Fortuna hará una de las suyas, porque adelantar resulta casi una quimera. La guinda la ha puesto un Adrian Sutil desquiciado tras intentar superar durante un montón de vueltas a un lento y correoso Jaime (lamentándolo mucho, todavía no encuentro la razón que llevó a Toro Rosso a desprenderse de Bourdais), haciendo un trompo y llevándose a Heidfeld por delante cuando trataba de reincorporarse en una zona sin visibilidad. Le han cascado una multa. Yo se la pondría a quien ciega la visión de los pilotos con muros y más muros de hormigón en pos de amarrar el negocio y la pela, pero en fin, es lo que hay y conviene conformarse, como cuando toca asistir a arbitrariedades como la de meterle un puro a Webber por hacer algo parecido a lo que hizo Kimi en Bélgica. Sí, ya sé que el finlandés no era una amenaza para el plato precocinado de este año y el australiano sí, pero sigue siendo de poco recibo que andemos como andamos cuando se esgrime la palabra «amaño» con tanta facilidad, y cuando a lo más honrado del pueblo español le da por comportarse como el británico en lo que a Alonso respecta.

Como decía, lo que realmente me ha importado hoy ha sido ver sobre el asfalto al R29 del Nano, o para ser más exacto, a nuestro asturiano dominando su vehículo en aras de pagar una deuda de las muchas que rondan su espíritu, y es que Fernando ha madurado de una forma increíble, tanto como para luchar a brazo partido por una escudería de la que se irá pronto hacia Maranello (ya es que sí, y no me hace demasiada gracia, lo admito) y de la que se había podido marchar como han hecho ING o Mutua Madrileña sin que nadie se lo hubiese reprochado (que a lo peor también), y al hilo conviene recordar que mal que nos pese, él ya es diferente a como comenzó, que se nos ha hecho mayor entre las manos, que en su equipo goza de un profundo respeto y tiene multitud de amigos, y que a buen seguro seguirá mejorando…

Por todo esto y por alguna cosa más que me guardo, desde que el semáforo se ha puesto verde en Singapur, sólo he tenido ojos para un hombre que cree en sí mismo, al que le gusta correr, encontrarse de cara, crecer donde otros menguan, demostrar que con él se puede contar, que sabe hacer su trabajo como muy pocos saben hacerlo, y que resulta inquietante porque no baja la cabeza y responde las numerosas dudas e interrogantes que le rodean donde hay que hacerlo: sobre los trazados y al volante, y que precisamente por ello será odiado y envidiado, porque su actitud será siempre inasequible para los que piensan que el mundo es blanco o negro, iluminado o sombrío, olvidando que lo que nos enriquece son los infinitos matices que ofrece la gama del gris y lo que hay en la penumbra. Si no ¿de qué?