Disculpad el título, había escrito inicialmente «Brutalisme» pero he recordado que la chavalería podía quedarse sin pillar la gracia y, claro, no era cuestión, aunque, ya que estamos, os comento que el brutalismo es una corriente arquitectónica de mediados del siglo pasado que usaba el hormigón visto para sus hazañas bélicas —Joserra (Ligasórdida) os puede ampliar la historia y perfidia de este fenómeno, aunque diré que la traía a colación porque estuvo bonito para un rato, pero en manos de según que arquitectos y promotores inmobiliarios se ha convertido con el tiempo en uno de los mejores ejemplos de bastardía, sí, de esa que te hace exclamar al verla ¡hay que ser hijodeputa!
Bueno, pasado aquello de que era monstruosamente bueno para el deporte y tal que a un zagal en su primera intervención en un Mundial F1, lo subieran a un pepino afinado por un bicampeón del mundo, hemos pasado sin pestañear a dar por excelente que Herr Doktor triture a su antojo a cuanto piloto con posibilidades cae en sus manos, y mira, no.
Encajaría dentro de esta lógica perversa que Helmut Marko necesite experimentar a escala 1/1 con sus chicos como el bueno de Hurtado de Saracho hizo con las puertas principales del Teatro Arriaga durante su restauración, o que estile sobrecargar su banquillo con tal de limitar las posibilidades de sus rivales en cuanto a material humano disponible, pero esto no habla nada bien del austriaco, al contrario, nos dibuja un personaje siniestro que no se molesta en valorar toda la información disponible sobre un conductor antes de contratarlo, prefiere tomarlo bajo su sombra para destruirlo —hay numerosos casos que avalan este comportamiento, y perdonadme que no me extienda—, o bien no tiene puñetera idea de lo que lleva entre manos.
Como sabéis de sobra me inclino por la segunda alternativa de las que he expuesto. Marko es más listo que el hambre, sabe perfectamente qué está haciendo y doy por seguro que conocía quién era y qué podía esperar de Nyck de Vries antes de montarlo en una castaña de monoplaza para comprobar qué podía dar de sí.
Daniel Ricciardo lo hará infinitamente mejor que De Vries en Alpha Tauri porque goza de una mayor experiencia, esa misma experiencia que necesita todo piloto y nuestro ogro protagonista ha negado al neerlandés despachándolo como un pañuelo de papel usado.
Lo que ha sucedido no tiene nada que ver ni con las prestaciones del muchacho ni con su palmarés ni con la mamá de Peneque, sino con la soberbia de un individuo que se ha llevado por delante a tipos que merecían un mejor trato y, desde luego, que ningún arrogante les orinara en la cara, o que una turba de idiotas avalen a Marko y sus manejos en base a que la Formula 1 es muy dura y exigente...
Os leo.
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