Uno de los grandes alicientes de las pruebas de Resistencia y, obviamente, de Le Mans, consiste en que el pista se llena rápidamente de coches muy diferentes que luchan entre sí por conseguir el mejor puesto o la victoria en su respectiva categoría, mientras se baten el cuero con todo lo que les rodea.
Decíamos hace relativamente poco, al respecto de los doblados, que nadie cederá un palmo gratuitamente y nadie dejará de luchar por un centímetro de asfalto que considere suyo [Resistencia en modo «cuñao»], y la razón estriba en la normativa deportiva, por un lado, muy atenta a que la guerra en cada categoría se desarrolle sin demasiadas interferencias, y por otro, a la existencia de una especie de pacto de caballeros entre todos los participantes, que hace que nadie se moleste demasiado si un coche muy inferior se pone muy terco vendiendo su posición.
Lo cierto es que en el trazado de La Sarthe hay abundantísimas zonas para adelantar sin problemas, lo que no implica que en las más rápidas sea menester abordar este tipo de acción con especial cuidado porque la estela de aire sucio que deja un GT a su paso, por ejemplo, puede tocar la delicada eficiencia aerodinámica de los LMP2 y LMP1, provocando, a veces, serios accidentes.
Tambie´n hay que tener en cuenta la presencia de conductores no profesionales en la categoría GTE-Am (amateur).
En la actualidad, la organización se ha puesto muy exigente a la hora de dejar participar a estos ejemplares de caballeros de fortuna, aunque nunca llueve a gusto de todos, porque una vez han conseguido su acreditación, forman parte de una tripulación, y llegado el momento toman el volante de su coche, suponen un aliciente más pero también un riesgo añadido a la competición, porque su impericia o ausencia de tablas puede llevarles a cometer errores en pista que no acostumbran a pagarlos ellos solos o sus equipos, sino que involucran a otros pilotos y máquinas.
Os leo.
Tambie´n hay que tener en cuenta la presencia de conductores no profesionales en la categoría GTE-Am (amateur).
En la actualidad, la organización se ha puesto muy exigente a la hora de dejar participar a estos ejemplares de caballeros de fortuna, aunque nunca llueve a gusto de todos, porque una vez han conseguido su acreditación, forman parte de una tripulación, y llegado el momento toman el volante de su coche, suponen un aliciente más pero también un riesgo añadido a la competición, porque su impericia o ausencia de tablas puede llevarles a cometer errores en pista que no acostumbran a pagarlos ellos solos o sus equipos, sino que involucran a otros pilotos y máquinas.
En todo caso, que es a lo que vamos, las 24 Horas de Le Mans no sería lo mismo sin esta suma de ingredientes. Cuatro categorías a degüello en su respectiva parcela, todas ellas partiéndose la cara sobre un mismo asfalto. Presencia de Chauffeurs curtidos, otros no tanto y algunos apenas, confieren a la mítica prueba francesa una atmósfera irrepetible e inenarrable aunque su resultado pueda parecernos anodino o previsible.
Correr allí es siempre complicado. De noche o con agua, podemos imaginárnoslo. Vencer tiene rango de hazaña por el sólo hecho de haber superado todos y cada uno de los avatares que he relatado en estas líneas durante nada más y nada menos que una jornada completa.
Hay que llegar a la meta, sí, pero las trampas en Le Mans son numerosas y cualquier desliz se acaba pagando muy caro. Y es por esto que entre el primero y el último participante se crea un lazo que no será capaz de borrar ni el paso del tiempo.
Correr allí es siempre complicado. De noche o con agua, podemos imaginárnoslo. Vencer tiene rango de hazaña por el sólo hecho de haber superado todos y cada uno de los avatares que he relatado en estas líneas durante nada más y nada menos que una jornada completa.
Hay que llegar a la meta, sí, pero las trampas en Le Mans son numerosas y cualquier desliz se acaba pagando muy caro. Y es por esto que entre el primero y el último participante se crea un lazo que no será capaz de borrar ni el paso del tiempo.
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