Una rebequita para Maurizio

Estrenamos semana, renovamos votos e ilusiones, pero lamento deciros que todo va a quedar en nada de aquí a unos días. 

Llega acelerado el Gran Premio de México, metiendo prisa, avisando que el lunes próximo está a la vuelta de la esquina y que así se nos pasa la vida: abriendo los regalos de Reyes para guardarlos sin usar en un armario que cerramos con candado, para preguntarnos, mucho más tarde, dónde los pusimos, qué fue de ellos y qué fue de nosotros... Dónde guardamos la llave.

He esperado un tiempo prudencial, apenas unas horas, a que los pata negra salieran de sus cuevas para solicitar a Sergio Marchionne que le pase una mantita a Maurizio Arrivabene, pues en Texas ayer hizo un frío de narices y la noche, y la madrugada y el nuevo día, no auguran que suba la temperatura en Maranello.

Arrecia la insolvencia de la rossa. Lo tuvimos fácil. Podíamos. Debíamos haber metido una dentellada a Red Bull en el COTA, pero todo se quedó en un bocado al aire, en un gatillazo quizá debido a fumar demasiado, a beber tanto, a la desgana que produce saber que vamos con lo puesto porque cuando tocaba no hicimos bien las cuentas.

Y la pasión ferrarista cierra los ojos y se refugia en el recuerdo de Michael Schumacher. Y los tifosi bien acuñados miran para otra parte, no sea que digan de ellos que no entienden de Fórmula 1.

Y me toca a mí, un simple simpatizante, ponerme el equipo a la espalda hoy para recordar que hasta el rabo todo es toro y que siendo optimista, se minimizaron los daños en Austin, porque de haber estado en pista Max Verstappen o que Ricciardo hubiese mantenido su segundo puesto, el roto que nos habría hecho la austriaca con la bobada de nuestro coche número 7, habría sido más grande que el que le hizo el iceberg al Titanic. Que cedimos 3 puntos pero aún quedan tres carreras por delante, tres lunes como éste, tres domingos que espero y deseo no se parezcan en nada al de ayer. 

Tres instantes nuevos para seguir empujando, tres cartas a los Reyes Magos para que a Maurizio le traigan una rebequita que acompañe el cartón de Marlboro y los boxer de seda. Tres oraciones para que la parroquia de Maranello vuelva a tañer sus campanas. Tres brevedades más, en las que recordar que La Scuderia puede y debe hacerlo, no sé si por ellos, pero sí por nosotros.

Camminiamo, famiglie. Continuiamo a camminare! Forza!

Os leo.