Creo que podemos coincidir en que la vida sería infinitamente menos hermosa si no estuviese cosida con alfileres. Es ver cómo saltan algunas costuras en cuanto se tocan, y que entre la risa floja.
La Fórmula 1, por ejemplo, es un formato de competición al máximo nivel en buena medida irrepetible, pues se define alrededor de las normas que lo regulan en un momento concreto. Cuando cambia el reglamento, nos pongamos como no pongamos, se modifica también lo que entendemos por Fórmula 1, de forma que se puede decir sin temor a errar, que no hay una F1 idéntica a otra aunque todas se denominen igual. No obstante, en cuanto tensas el arco todo son comparaciones entre situaciones incomparables, estadísticas y cifras, mayoritariamente enfocadas a la labor del piloto, a sus hazañas y logros, y de ahí se ve que no salimos o no sabemos salir, o no podemos salir.
La importancia del conductor ha decaído en la actualidad debido a la complejidad técnica que lo rodea. De suyo, esta circuntancia apuntaría a que otras variables han alcanzado ahora más importancia que antes, pero nos produce sarpullido mentarlas. Así que no nos apeamos del burro ni cambiamos de óptica: insistimos en comparar lo que se supone que no tiene comparación posible, y nos avituallamos de estadísticas y números para defender la trinchera que hemos elegido...
Por el rabillo del ojo estoy viendo el previo del Gran Premio de los USA en mute total y al oído tengo Chasing Cars de los escoceses Snow Patrol. Reconozco que no es muy ortodoxo el asunto, pero es lo que me apetece hacer mientras escribo estas escuetas líneas que tenía aparcadas desde la mañana.
Y me digo (os digo), si no será que no queremos admitir que estamos hasta la polla de ingenieros, política y money, y lo que nos pide el cuerpo es salir del armario para gritar que lo que nos gusta de todo esto es precisamente eso a lo que recurrimos cuando no tenemos dónde agarrarnos. Que está bien alzar la voz con el pertinente: «¡Bernie. Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!», pero que también merece la pena reclamar un poquito de por favor, un no nos toquéis a los chicos, un breve espacio donde quepa: «Mi corazón pertenece al guerrero en el cual se han unido lo viejo y lo nuevo.»
Nada más. Disfrutad de la carrera. Os leo.
Por el rabillo del ojo estoy viendo el previo del Gran Premio de los USA en mute total y al oído tengo Chasing Cars de los escoceses Snow Patrol. Reconozco que no es muy ortodoxo el asunto, pero es lo que me apetece hacer mientras escribo estas escuetas líneas que tenía aparcadas desde la mañana.
Y me digo (os digo), si no será que no queremos admitir que estamos hasta la polla de ingenieros, política y money, y lo que nos pide el cuerpo es salir del armario para gritar que lo que nos gusta de todo esto es precisamente eso a lo que recurrimos cuando no tenemos dónde agarrarnos. Que está bien alzar la voz con el pertinente: «¡Bernie. Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!», pero que también merece la pena reclamar un poquito de por favor, un no nos toquéis a los chicos, un breve espacio donde quepa: «Mi corazón pertenece al guerrero en el cual se han unido lo viejo y lo nuevo.»
Nada más. Disfrutad de la carrera. Os leo.
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