Que yo recuerde, nunca hemos tenido tanto buen juguete roto coincidiendo en la parrilla. Siempre han abundado los juguetes que se rompían por llegar demasiado pronto, por no llegar del todo, por no poder o saber mantenerse, o por mil y una razones más. Pero este 2016 puede pasar a la historia por la indiscutible alineación de una serie de desgraciadas casualidades que muy bien podrían no serlo.
Hoy, tal vez con más razón que otras veces, echo en falta escribir: «Maese, cuando puedas...»
Venimos de un Kvyat destrozado que hace apenas una esquina confesaba públicamente que no sabía concretar lo que le sucedía, y mientras en la montonera y al final de la parrilla ocurre lo que siempre, en la cabeza tenemos un tricampeón mundial noqueado y un tetracampeón del mundo incapaz de entender por qué se ha hecho acreedor a tanta furia si está haciendo lo que siempre.
Por fortuna, el ruso parece renacido en sus cenizas, y puesto que hasta que se celebre el Gran Premio de los Estados Unidos disponemos de tiempo para hablar largo y tendido de Hamilton, la ocasión invita a dedicar una entrada al Sebastian Vettel persona, al alemán de a pie, al profesional del volante que hoy viste de rosso y ayer de azul, y quién sabe de qué color vestirá mañana o si acaso seguirá empeñado en disfrazarse para seguir siendo...
Reconozco que hoy estaba fácil rescatar la famosa brackburt con que el vettelismo atizaba a quien no comulgaba con sus ruedas de molino, pero detrás de todo esto también está el Sebastian que ha perdido la seguridad en su entorno.
Y aquí quería llegar yo, porque si como decía al inicio, a lo largo de nuestra historia como deporte, la inseguridad ha convertido toneladas de energía joven en polvo de sueños, estamos viviendo unos momentos en que su poder es absoluto y amenaza con llevarse por delante incluso a los héroes modernos.
Ni siquiera me vale el ejemplo de Jenson Button. En 2009 nuestro pequeño universo no era así. El piloto aún no había sido fagocitado por esa maquinaria de hacer productos de éxito que los expone sin ningún tipo de precaución a una prensa que conforme han ido trancurriendo las temporadas, se ha mostrado más y más tendente al gatillo fácil. Ni mucho menos a unas redes sociales carentes de alma, que no valoran ni la cultura ni la historia, y resultan, por tanto, trituradoras peores pues ensalzan o ensucian sin la más mínima lógica y en lo que dura un pestañeo.
Demasiado tribunal suelto. Demasiado juez con ganas de dictar sentencia para irse cuanto antes a casa...
Carlos Castellá, en una de sus intervenciones en este blog, nos dejó una cita de Aldous Huxley: «La velocidad es una virtud que engendra un vicio, que es la prisa.» Hablaba yo entonces de la enorme presión que sufren los pilotos de la montonera tomando pie en el Romain Grosjean de finales de 2012 [Risto, que estás en los cielos], pero no imaginaba cuando escribí aquella entrada que, un puñado de años después, el escenario iba a ser aún más turbio y opresivo para los hombres que se juegan la vida deleitándonos cada fin de semana de carreras.
Hoy la inseguridad es una constante arriba y abajo, a derecha e izquierda de la parrilla. La incertidumbre impone sus reglas. Quien no teme por su puesto teme por no poder responder adecuadamente a lo que los demás esperan de sus virtudes y defectos, conscientes todos, de que el tiempo de exposición en lo mejor de la estantería cada vez es más y más breve. Y ellos no tienen la culpa salvo cuando adoptan el discurso de sus amos, porque en un entorno que solicita que esto deje de llamarse Mundial de Pilotos, el conductor sólo puede interpretar el papel de víctima.
La prisa por obtener resultados nos ahoga tanto o más que el miedo al fracaso. También les pasa a Daniil, a Lewis y a Sebastian, y aunque este último no sea santo de mi devoción, me gustaría decirle lo que tantas veces he dicho a mi propio hijo: «Pase lo que pase a tu alrededor, tú estás ahí, donde te dejaste; y aunque te lo nieguen, seguirás siendo el eje sobre el que gira el mundo hasta que digas basta.»
Os leo.
Hoy, tal vez con más razón que otras veces, echo en falta escribir: «Maese, cuando puedas...»
Venimos de un Kvyat destrozado que hace apenas una esquina confesaba públicamente que no sabía concretar lo que le sucedía, y mientras en la montonera y al final de la parrilla ocurre lo que siempre, en la cabeza tenemos un tricampeón mundial noqueado y un tetracampeón del mundo incapaz de entender por qué se ha hecho acreedor a tanta furia si está haciendo lo que siempre.
Por fortuna, el ruso parece renacido en sus cenizas, y puesto que hasta que se celebre el Gran Premio de los Estados Unidos disponemos de tiempo para hablar largo y tendido de Hamilton, la ocasión invita a dedicar una entrada al Sebastian Vettel persona, al alemán de a pie, al profesional del volante que hoy viste de rosso y ayer de azul, y quién sabe de qué color vestirá mañana o si acaso seguirá empeñado en disfrazarse para seguir siendo...
Reconozco que hoy estaba fácil rescatar la famosa brackburt con que el vettelismo atizaba a quien no comulgaba con sus ruedas de molino, pero detrás de todo esto también está el Sebastian que ha perdido la seguridad en su entorno.
Y aquí quería llegar yo, porque si como decía al inicio, a lo largo de nuestra historia como deporte, la inseguridad ha convertido toneladas de energía joven en polvo de sueños, estamos viviendo unos momentos en que su poder es absoluto y amenaza con llevarse por delante incluso a los héroes modernos.
Ni siquiera me vale el ejemplo de Jenson Button. En 2009 nuestro pequeño universo no era así. El piloto aún no había sido fagocitado por esa maquinaria de hacer productos de éxito que los expone sin ningún tipo de precaución a una prensa que conforme han ido trancurriendo las temporadas, se ha mostrado más y más tendente al gatillo fácil. Ni mucho menos a unas redes sociales carentes de alma, que no valoran ni la cultura ni la historia, y resultan, por tanto, trituradoras peores pues ensalzan o ensucian sin la más mínima lógica y en lo que dura un pestañeo.
Demasiado tribunal suelto. Demasiado juez con ganas de dictar sentencia para irse cuanto antes a casa...
Carlos Castellá, en una de sus intervenciones en este blog, nos dejó una cita de Aldous Huxley: «La velocidad es una virtud que engendra un vicio, que es la prisa.» Hablaba yo entonces de la enorme presión que sufren los pilotos de la montonera tomando pie en el Romain Grosjean de finales de 2012 [Risto, que estás en los cielos], pero no imaginaba cuando escribí aquella entrada que, un puñado de años después, el escenario iba a ser aún más turbio y opresivo para los hombres que se juegan la vida deleitándonos cada fin de semana de carreras.
Hoy la inseguridad es una constante arriba y abajo, a derecha e izquierda de la parrilla. La incertidumbre impone sus reglas. Quien no teme por su puesto teme por no poder responder adecuadamente a lo que los demás esperan de sus virtudes y defectos, conscientes todos, de que el tiempo de exposición en lo mejor de la estantería cada vez es más y más breve. Y ellos no tienen la culpa salvo cuando adoptan el discurso de sus amos, porque en un entorno que solicita que esto deje de llamarse Mundial de Pilotos, el conductor sólo puede interpretar el papel de víctima.
La prisa por obtener resultados nos ahoga tanto o más que el miedo al fracaso. También les pasa a Daniil, a Lewis y a Sebastian, y aunque este último no sea santo de mi devoción, me gustaría decirle lo que tantas veces he dicho a mi propio hijo: «Pase lo que pase a tu alrededor, tú estás ahí, donde te dejaste; y aunque te lo nieguen, seguirás siendo el eje sobre el que gira el mundo hasta que digas basta.»
Os leo.
2 comentarios:
Vettel se acabara hartando de Ferrari,como le paso a Fernando.Su equipo no lo protege,algo a lo que no esta acostumbrado,como tampoco lo hicieron con el asturiano,y ayer en Suzuka desde el muro le volvieron a quitar un podio ganado con sudor.Lo que sumado a Australia o Canada de este año,donde de no ser por estrategias desacertadas del muro,habria logrado dos posibles victorias y su equipo no tendria necesidad de salir a la palestra para decir que debe ganarse el sueldo.Y si el coche hubiera sido fiable mas de lo mismo.Por supuesto que ha cometido algun error que otro,pero no mas que Hamilton por ejemplo o el propio Nico,pero claro,en un coche que no da la talla y con unas expectativas tan altas pues pasa lo que pasa.En mi opinion su mayor handicap es que ha estado siempre sobreprotegido,y ahora se ha dado cuenta de que el equipo de sus sueños en las malas lo ha dejado a merced de la prensa italiana,los tiburones,por lo que no entiende cuanto sucede a su alrededor.Lo veo como un juguete roto,ni siquiera sonrie ya en el paddock o bromea y en mi opinion visto desde fuera parece ido.Que el otro dia se quejara durante tres vueltas de los doblados,aunque tuviera razon,viene a demostrar que se le ha ido la pinza y la concentracion.Talento tiene para ganar otros cuatro titulos mas,pero la pena ha sido que como piloto estrella de la F1,sobreprotegido por los medios,por Bernie y por RB,nunca sabremos hasta donde hubiera llegado ese talento puro a base de foguearse en las dificultades,como por ejemplo el piloto al que reemplazo en la rossa.Alonso si supo digerir esa frustracion de no tener un coche que le permita ir todo lo rapido que el podia ir,mientras que Vettel ha estado tan mal acostumbrado que ya es tarde.El propio sistema que lo encumbro lo ha fagocitado y viendo aquellas batallas con Lewis en F3 es toda una lastima.Por muchos titulos y records que tenga,nos hemos perdido a un piloto que hubiera sido mucho mas que un clasificador o loner en la pista.
El piloto siempre ha estado sometido a gran presión en esta competición de máquinas, afortunadamente ese 20% que vale su desempeño es vital.
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