Confieso que a la hora de cerrar la brecha que mantenía abierta a hasta esta tarde a cuenta de las crónicas de esta temporada, no sabía si decantarme por Lulu on the Bridge o Smoke, películas ambas, construidas sobre los armazones literarios correspondientes a dos obras de un Paul Auster, que siendo un autor muy querido en nuestro país, ha tenido la fortuna de haber nacido muy lejos de aquí.
Sí, hay que ser muy suertudo para ser apreciado en España habiendo nacido aquí, cuando además de escribir dos novelas que admiten que las vuelvas a leer pasado un tiempo sin dejar por ello de ofrecer nuevos matices, tienes las narices de filmarlas posteriomente quién sabe si por redondearlas, saliendo ileso del lance, se entiende.
Resulta obvio que al final me he decantado por Smoke (cinta dirigida nominalmente por Wayne Wang), un trabajo indefinible que transcurre en el corazón metafísico de un estanco y sus habitantes, y cuyo protagonista principal, se agarra a su propia vida fotografiando todos los días y a la misma hora, la misma esquina del barrio...
Todo muy americano pero también muy de Vallecas o de Rekalde, por poner dos ejemplos a mano, ya me entendéis. Y en sus antípodas, ese exceso que amanecía en los restos de las Olimpiadas rusas que no deja ser un trazado dibujado con el dedo sobre los restos de grasa y aceite en una sartén, por el grandísimo Hermann Tilke.
Ancho, liso y sumamente previsible, el circuito de todas las mansedumbres, Sochi, se estrenaba con el Gran Premio de Rusia obligando a los pilotos a dar la cara en rueda de prensa cuando a ninguno de ellos les apetecía hacerlo, frente a un periodismo ávido por saber cómo llevaban lo de Jules —¡cómo lo iban a llevar, cojones?—, y se abría el domingo siguiente con los mismos protagonistas siendo metabolizados por la necesidad de rendir homenaje a la patria anfitriona cuando lo que íntimamente querían, era que les dejaran en paz para rendir tributo en silencio al compañero ausente.
Y con 21 pilotos en la parrilla de salida y Lewis Hamilton en la pole, Freddie Mercury cantaba aquello de The show must go on y empezaba un sarao tan triste y precedible que el único aliciente lo supuso que Nico Rosberg cometiera el último error de párvulo del cupo que le dieron tras lo de Spa, para entrar a garajes, salir a tomar por saco de la cabeza, y terminar al cabo en segunda posición sin necesidad de volver a cambiar de gomas.
Hubo cosillas, sí, pero Sebastian Vettel admitió que se había aburrido y la realización se entretuvo dando minutos a Vladímir Putin con lo cual, a estas alturas, casi sobran las palabras. Daniil Kvyat, el ruso en tierras rusas, volvía a ceder la rodilla frente a Jean-Éric Vergne pero Valtteri Bottas, besaba de nuevo podio, detrás de los chicos de Mercedes AMG, of course!
En cuarta y quinta posición respectivamente, Jenson y Kevin, firmando al unísiono un excelente fin de semana para la de Woking. En la sexta plaza, Fernando delante de Daniel y Sebastian, y por este orden, que conste; y en la nona, Kimi, que no se nos olvide. Cerrando el reparto de puntos, Checo.
El podio parecía la calle Callao una tarde de sábado. Prisa porque el entrevistador terminara su ronda de preguntas; prisa por ver si había suerte y se evitaba un nuevo encuentro con Putin, que allí arriba todos parecían gays que no habían salido del armario. Prisa en definitiva, porque Freddie terminara de una puñetera vez el The show must go on.
Y en una esquina fuera de foco, Harvey Keitel esperando impaciente a William Hurt, para compartir con él su álbum de fotos.
Os leo.
Os leo.
2 comentarios:
Vaya cómo dejaste al Turrini en twitter. Me he reído tanto que se me ha caído la tostada al suelo (verídico). Grande, Josetxu, grande!
Buenas tardes, Julio ;)
Peor le están dejando los recientes acontencimientos, que hasta el auténtico Turrini ha comenzado a alabar a Fernandete XDDD
Un abrazote ;)
Jose
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