Rendimos culto a la docilidad sin apenas ser conscientes. Lo normal, ahora, es no pedir cuentas, no quejarse, no chistar, en definitiva. Que cada cual ocupe su sitio y acepte de buen grado que si se mueve no solo se arriesga a no salir en la foto sino también, a que le peguen una patada en el culo.
Lo tenemos bien aprendido, como si lo hubiésemos mamado de la teta materna. Jaime Alguersuari hizo mal enfrentándose a Helmut Marko, asumiendo de mala gana que Red Bull prescindía de sus servicios sin tiempo material para que lo cobijara nadie, hablando mal, luego, de quienes le habían tratado tan bien y le habían pagado los estudios... Tenía que haber sido más humilde porque este es un mundo de tiburones que muerden.
Carlos Sáinz ha hecho mal hablando más de la cuenta, poniendo en evidencia que el Programa de Jóvenes Pilotos de Red Bull no es tan amable con sus mejores pupilos como se comenta. El madrileño ha cumplido lo que le han solicitado pero hace mal en decirlo porque aquí, no conviene crear problemas... La humildad, de nuevo, es el camino correcto para llegar al Olimpo...
Tenemos ejemplos a cascoporro de lo fácil que juzgamos el exceso de temperamento en los pilotos y lo sencillo que nos resulta asumir a renglón seguido, que el Circo premia a los corderos, aunque a la vez, se nos llena la boca recordando aquellos leones que han jalonado de indescriptibles momentos esto que llamamos Fórmula 1.
Ayer trascendía que Felipe Massa, mi Felipe, acusaba a Fernando desde las páginas de Autosport de ser un tipo problemático, más o menos directamente, más o menos contextualizado, e inmediatamente se reflexionaba en los mentideros, sobra la posibilidad de que al asturiano tal vez le habría ido mejor si en vez de haberse dedicado a ser un huracán dentro y fuera de la pista, se hubiese consagrado a hacer amigos.
Rendimos culto a la docilidad sin reparar en cómo la vertiginosa cotidianidad nos ha cincelado a la manera más rentable de todas, la que calla, la que no genera problemas, la que permite a los de arriba decidir el cómo y el cuándo sacaremos la cabeza de este lío del que somos responsables por haber vivido muy por encima de nuestras posibilidades, la que como conclusión, nos ha desposeído de nuestro aliento vital por miedo a esos lobos que siempre rondan con nocturnidad y alevosía cuando en la oscuridad, ya no es menester sujetar nuestros collares.
Massa, quizás sin saberlo, echa un flor a Fernando y aquí entendemos que James Hunt y otros como él, tal vez habrían sido más grandes si hubiesen sido menos granujas. Y así todo...
Os leo.
1 comentario:
Exacto, Jose, esa es la fuente de la que salen todos los antis... eso es la "peste emocional" tal como la describió Wilhelm Reich y tal como la vivimos todos día a día de una forma bastante inconsciente, porque sentimos que no se debe hablar de ello, que si lo hacemos seremos segregados de la tribu y quedaremos a merced de los lobos. Es la forma en que se pervierte nuestra naturaleza humana.
Dices "rendimos culto a la docilidad", no, a la docilidad no, al miedo. A ese miedo que te arranca el aliento vital que ya no importa si los lobos siguen ahí o se marcharon o si ni siquiera existieron. No es lo mismo el manso de la bienaventuranzas que el pusilánime postmoderno, no tiene nada que ver. El ejemplo más claro es que el que anunciaba el reino de los cielos para los mansos no dudó en sacar el látigo en el templo de la perversión de lo divino sin temor a las consecuencias. Y es precisamente por esa falta de temor por lo que fue crucificado.
Un amiguete de Reich ilustró así uno de sus libros:
http://www.hermes-press.com/LM15.gif
http://www.hermes-press.com/LM1a.jpg
http://www.hermes-press.com/Lm5a.jpg
Abrazote! ;)
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