¡Oh espíritu de la roca, yo te invoco!
La oscuridad huele a quebradiza espuma de rojos opacos y tiembla trazando caminos que solo percibe el cazador. Suena el ronco didgeridoo y el palo de lluvia se agita llamando a la madre tormenta.
Ladran los dingos con ladrido seco y los hombres pobres que se sienten infinitamente perdidos. En la pradera se agitan las orejas y los hocicos neviosos de los Ali que mañana tendrán que habérselas con el poliédrico Foreman sobre el cuadrilátero de Albert Park. Hay hogueras y el humo penetra por las fosas nasales aunque no impide que el aire mantenga intacto el aroma de los manantiales yermos.
¡Oh espíritu de la noche, yo te invoco porque no quiero dormir solo...!
Australia de nuevo, la primera oportunidad para soñar y la última para hacerlo como niños. El lunes, sencillamente seremos distintos.
Os leo.
1 comentario:
Buff. Esta madrugada no me sonó el despertador y sólo me dio tiempo a ver los últimos cinco minutos de la clasificación. Sólo deseo que esta noche no me pase lo mismo, después de haber esperado tanto.
De lo visrto, un par de sensaciones: el monoplaza de Vettel subvira claramente. La otra: no me gusta el sonido de los motores.
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